Durante los meses de confinamiento descubrimos que estar rodeados de hormigón puede pasar factura a nuestra salud mental. Aquellos paseos por parques o la simple vista de un árbol se convirtieron en un bálsamo para el ánimo. Sentir el aire libre y el canto de los pájaros ayudó a muchos a desconectar del estrés acumulado.
Hoy sabemos que ese alivio no era solo sensación: el contacto con entornos verdes permite que nuestro cerebro descanse de la tensión diaria. Un pequeño paréntesis visual, como asomarse a un jardín o disfrutar de un balcón con plantas, puede traducirse en un nivel de bienestar sorprendente.
7Más allá del bienestar personal

La integración de vegetación urbana conlleva ventajas ambientales: reduce el calor extremo, mejora la calidad del aire y mitiga inundaciones. Es decir, mejorar la salud mental. Los arboles y las áreas verdes funcionan como auténticos pulmones y esponjas naturles, regulando el clima y el ciclo del agua en la ciudad para mejorar la salud mental de la gente.
Al favorecer la biodiversidad, también protegemos especies fundamentales para nuestro ecosistema. Una ciudad saludable con más árboles se traduce en ciudadanos más saludables. Ese enfoque integral convierte el cuidado de la salud mental en un compromiso compartido entre vecinos, autoridades y urbanistas.