Durante los meses de confinamiento descubrimos que estar rodeados de hormigón puede pasar factura a nuestra salud mental. Aquellos paseos por parques o la simple vista de un árbol se convirtieron en un bálsamo para el ánimo. Sentir el aire libre y el canto de los pájaros ayudó a muchos a desconectar del estrés acumulado.
Hoy sabemos que ese alivio no era solo sensación: el contacto con entornos verdes permite que nuestro cerebro descanse de la tensión diaria. Un pequeño paréntesis visual, como asomarse a un jardín o disfrutar de un balcón con plantas, puede traducirse en un nivel de bienestar sorprendente.
5Vivir a 300 metros de un espacio verde

Caminar unos minutos para llegar a un parqe de calidad es el tercer requisito, pues estar a menos de 300 metros de un espacio abierto multiplica las oportunidades de desconexión. Ese corto trayecto invita a dejar el coche en casa, a estirar las piernas y a respirar aire puro.
Un entorno verde cercano se convierte en lugar de recreo y de encuentro comunitario, lo que refuerza las conexiones sociales… Compartir un café en un banco rodeado de naturaleza o dar un paseo tras la jornada laboral son actividades sencillas que, sin embargo, elevan nuestro ánimo y reducen la ansiedad.