Durante los meses de confinamiento descubrimos que estar rodeados de hormigón puede pasar factura a nuestra salud mental. Aquellos paseos por parques o la simple vista de un árbol se convirtieron en un bálsamo para el ánimo. Sentir el aire libre y el canto de los pájaros ayudó a muchos a desconectar del estrés acumulado.
Hoy sabemos que ese alivio no era solo sensación: el contacto con entornos verdes permite que nuestro cerebro descanse de la tensión diaria. Un pequeño paréntesis visual, como asomarse a un jardín o disfrutar de un balcón con plantas, puede traducirse en un nivel de bienestar sorprendente.
4Lograr un 30 % de cubierta arbórea

El segundo pilar de la regla 3-30-300 invita a que un barrio ofrezca al menos un 30 % de sombra vegetal en sus calles y plazas. Esa proporción no solo refresca el ambiente, sino que fomenta paseos más agradables y saludables.
Los árboles amortiguan el ruido, filtran contaminantes y reducen el efecto “isla de calor”. Cuando caminamos por calles arboladas, nuestro cuerpo y nuestra mente lo perciben como un entorno más amable y relajante… Ese entorno bien planificado promueve hábitos de vida más activos y, por tanto, mejora la calidad de vida.