Durante los meses de confinamiento descubrimos que estar rodeados de hormigón puede pasar factura a nuestra salud mental. Aquellos paseos por parques o la simple vista de un árbol se convirtieron en un bálsamo para el ánimo. Sentir el aire libre y el canto de los pájaros ayudó a muchos a desconectar del estrés acumulado.
Hoy sabemos que ese alivio no era solo sensación: el contacto con entornos verdes permite que nuestro cerebro descanse de la tensión diaria. Un pequeño paréntesis visual, como asomarse a un jardín o disfrutar de un balcón con plantas, puede traducirse en un nivel de bienestar sorprendente.
2El origen de la regla 3-30-300

Para poner cimientos a esa necesidad de verde, surgió la regla 3-30-300, que establece tres requisitos básicos: ver al menos tres árboles desde nuestra ventana, contar con un 30 % de cubierta arbórea en el barrio y vivir a no más de 300 metros de un parque de calidad.
Esta pauta simplifica la idea de acercar la naturaleza a nuestros días… No hace falta adentrarse en un bosque lejano ni invertir en grandes reformas en casa. Basta con que la planificación urbana y nuestras decisiones de vivienda incluyan estos tres pilares para potenciar nuestro bienestar.