El próximo capítulo de La Promesa no es un capítulo más. Lo que parecía un momento de una felicidad plena para Catalina y Adriano se convertirá en un campo de batalla emocional. La boda secreta, premeditada para que no fuercen a los novios a aceptar interferencias, es conmovida por la llegada de Leocadia, una figura que, lejos de ser esperada por la razón o el sentido común, es muy temida.
Sin embargo, este capítulo excede la escena de la boda. Desde el fondo del juego del casino, pasando por los pasillos de la mansión Figueroa, también encontramos a todos los personajes ante un punto de inflexión. Curro y sus compinches se proponen arriesgarse aún más en una partida en la que las piezas ya no se juegan con fajos de papel de cartón, sino que se apuestan con la vida de cada uno. Quizás, por fin, podríamos estar ante el clímax de la temporada.
1UNA BODA RODEADA DE CAOS

La escena de la boda que acontece en La Promesa ante Catalina y Adriano puede parecer un sueño, si no fuera por la pesadilla por haberse hecho realidad. Leocadia se lanza a la plaza a raudales, en una imagen que parece un huracán de efectos devastadores. Los invitados aguantan la respiración; Manuel y Simona se miran con preocupación.
Catalina, que se ha puesto pálida por un instante, aprieta la mano de Adriano con fuerza. No quiere que le pase lo que a la Iziga, pero tiene miedo en que su felicidad, en unos segundos, se convierta en una ruinosa historia. Adriano planta cara con un espíritu que sorprende hasta los incrédulos.
“No interrumpirán esto”, parece que dice la expresión de su cara. Pero Leocadia no es una mujer sin motivaciones: ¿qué mueve a Leocadia? ¿Un amor perdido y olvidado, recién sacado a relucir por un deseo de venganza o un plan más articulado?
El padre Samuel, hasta este momento un simple espectador pasivo, intenta mediar mediante palabras de calma, pero ni la misma autoridad eclesiástica parece ser suficiente para contener la tormenta. Leocadia no se ha acercado para negociar sino para reafirmar su poder.
Sus palabras, llenas de dobles sentidos, dejan claro que no se trata de una accidental incursión sino de un mensaje medido. Y mientras tanto, en un rincón del salón, Jacobo aprovecha el caos para agobiar a Martina, aunque ella ya no es la misma; sus ojos buscan inconscientemente a Curro, lo que quiere decir que su corazón está en otra parte.