Llega ese momento del año en el que toca darles una última vuelta y pensar en cómo guardar los abrigos hasta que vuelvan las temperaturas bajas. Es curioso cómo unas prendas tan voluminosas pueden suponernos un verdadero quebradero de cabeza cuando el calor asoma. Sin embargo, existe un truco al alcance de cualquiera que facilita esta tarea de forma sorprendentemente sencilla y eficaz.
No hace falta invertir en armarios extra o contratar un trastero. Basta con organizarse un poco y contar con materiales muy básicos para que esos abrigos de paño, cuero o plumas permanezcan inmaculados, listos para volver a lucir en otoño sin haber perdido un ápice de su forma o suavidad.
1Por qué el espacio siempre falta

Resulta habitual abrir el armario y ver cómo el resto de la ropa queda comprimida por la presencia de estorbos acolchados. Al guardar los abrigos, el problema no es solo el espacio, sino el miedo a que se arruguen o incluso se enmohezcan. La ropa de invierno ocupa un lugar privilegiado en los hogares, aunque sea solo durante unos meses.
Para resolver este problema, guardar los abrigos de forma inteligente implica reducir su volumen al máximo sin dañar las fibras. De esta manera podemos liberar varios kilos de espacio que podemos destinar a otras prendas o incluso a cajas de complementos, y mantener el orden en el armario o en el canapé sin perder el acceso rápido a piezas más ligeras.