Imaginen por un momento sentarse a la mesa, con un paisaje que parece sacado de otro planeta extendiéndose ante sus ojos, mientras esperan un chuletón que se está cocinando no sobre brasas de carbón, sino sobre el calor que emana directamente de las entrañas de la tierra. Esta experiencia, casi de ciencia ficción, es una realidad palpable en Lanzarote, en este rincón singular de España donde la gastronomía y la geología se dan la mano de una forma espectacular e inolvidable, ofreciendo mucho más que una simple comida. Es una inmersión total en la fuerza primigenia de la naturaleza que sigue latiendo bajo nuestros pies en las Islas Canarias.
El lugar en cuestión es el restaurante El Diablo, una joya arquitectónica y culinaria enclavada en el corazón del Parque Nacional de Timanfaya, un área marcada por las erupciones volcánicas del siglo XVIII que transformaron para siempre el rostro de la isla. Aquí, la cocina no necesita gas ni electricidad para su parrilla principal; utiliza una anomalía geotérmica, un horno natural creado por la actividad volcánica residual que convierte la visita en una aventura.
Comer en El Diablo no es solo satisfacer el apetito, es ser testigo directo del poder latente de un volcán mientras se disfruta de productos locales cocinados de una manera única en el mundo, una proeza que fusiona el respeto por el entorno con una oferta gastronómica sorprendente y audaz.
EL CORAZÓN CALIENTE DE LANZAROTE: MÁS QUE PAISAJE LUNAR
El Parque Nacional de Timanfaya es mucho más que el escenario de fondo para una comida exótica; es un testimonio viviente de una de las actividades volcánicas más importantes registradas en la historia reciente de las Islas Canarias. Las erupciones que tuvieron lugar entre 1730 y 1736 cubrieron casi un cuarto de la isla de Lanzarote con lava y cenizas, creando un paisaje sobrecogedor conocido como las Montañas del Fuego, un mar de rocas basálticas y cráteres de colores rojizos y ocres que evocan imágenes de Marte o la Luna.
La singularidad de Timanfaya reside precisamente en esa energía subterránea que aún persiste siglos después de las grandes erupciones, una fuerza invisible pero palpable que se manifiesta de formas sorprendentes. Los guías del parque demuestran este calor latente arrojando agua en agujeros perforados en el suelo, provocando géiseres instantáneos de vapor, o acercando aulagas secas a ciertas oquedades para que ardan espontáneamente, dejando claro que bajo la superficie hay un horno natural de dimensiones colosales. Es esta misma energía geotérmica la que se aprovecha de manera ingeniosa y respetuosa en el restaurante El Diablo, convirtiendo el calor volcánico en el combustible para su cocina más emblemática y ofreciendo una conexión directa con la geología activa de Lanzarote.
ARQUITECTURA IMPOSIBLE: EL INGENIO DE MANRIQUE ANTE EL INFIERNO
Construir un restaurante sobre un terreno que literalmente hierve a pocos metros bajo la superficie parece una empresa descabellada, pero fue precisamente este desafío el que atrajo al genio lanzaroteño César Manrique. Fiel a su filosofía de integrar arte, arquitectura y naturaleza con el máximo respeto por el entorno, Manrique, junto a los arquitectos Eduardo Cáceres y Jesús Soto, ideó una solución tan audaz como brillante para levantar El Diablo en la cima del Islote de Hilario, el punto con mayor actividad geotérmica superficial de Timanfaya. El principal escollo era cómo cimentar la estructura sin excavar, dado que el calor extremo y la inestabilidad del subsuelo lo impedían, un reto que requería una perspectiva completamente innovadora.
La solución fue tan ingeniosa como respetuosa con el entorno volcánico: en lugar de excavar para los cimientos, se colocaron nueve capas de roca basáltica directamente sobre el terreno caliente, creando una plataforma estable sobre la que asentar el edificio.
El diseño del restaurante es circular, con amplios ventanales panorámicos que ofrecen vistas de 360 grados sobre el impresionante paisaje volcánico, permitiendo a los comensales sentirse inmersos en el mar de lava solidificada mientras disfrutan de su comida. La estructura, construida principalmente con piedra volcánica local y elementos metálicos, se integra perfectamente en el entorno, pareciendo casi una formación natural más dentro del parque, un ejemplo magistral de la visión de Manrique aplicada a uno de los lugares más extremos de España.
LA PARRILLA DEL DIABLO: COCINA GEOTÉRMICA EN ESTADO PURO
El verdadero corazón culinario de El Diablo es su espectacular parrilla volcánica, una obra de ingeniería que aprovecha directamente el calor geotérmico que emana del subsuelo. Se trata de un gran pozo excavado hasta una profundidad donde las temperaturas alcanzan entre 450 y 500 grados Celsius, sobre el cual se ha instalado una robusta parrilla de hierro fundido diseñada para soportar estas condiciones extremas, una especie de barbacoa natural alimentada por el propio planeta. No hay llamas visibles, solo un calor intenso e constante que sube desde las profundidades, cocinando los alimentos de manera uniforme y confiriéndoles un sabor particular, ligeramente ahumado y muy diferente al de las parrillas convencionales.
La oferta gastronómica que se prepara sobre este horno natural se centra, como no podía ser de otra manera, en las carnes y pescados a la parrilla, siendo el chuletón uno de los platos estrella que mejor exhibe las cualidades de esta cocción única. Pollos enteros, brochetas, salchichas locales y pescados frescos de la costa lanzaroteña también pasan por esta parrilla singular, absorbiendo ese toque distintivo que solo el calor volcánico puede proporcionar.
La experiencia de ver cómo los alimentos se cocinan lentamente sobre el agujero humeante, sabiendo que la energía proviene directamente del interior de la Tierra, añade un componente de asombro y exclusividad a la comida, haciendo que cada bocado sea parte de una vivencia memorable en este rincón de España.
COMER CON VISTAS AL APOCALIPSIS: UNA EXPERIENCIA SENSORIAL ÚNICA
Sentarse a comer en El Diablo es sumergirse en una experiencia que va mucho más allá del paladar; es un festín para todos los sentidos enmarcado en un escenario casi irreal. El comedor principal, de planta circular y acristalado en su totalidad, ofrece unas vistas panorámicas ininterrumpidas del Parque Nacional de Timanfaya, un paisaje desolado y hermoso de conos volcánicos, campos de lapilli y coladas de lava que se extiende hasta donde alcanza la vista. La sensación es la de estar flotando sobre un mar de fuego petrificado, una atmósfera única que contrasta la comodidad civilizada del interior con la naturaleza salvaje y extrema del exterior, un diálogo constante entre el hombre y el planeta.
La experiencia se completa con las demostraciones geotérmicas que suelen realizarse periódicamente en las inmediaciones del restaurante, donde los visitantes pueden observar de primera mano la potencia del calor que se esconde bajo sus pies. El sonido del agua evaporándose violentamente al contacto con el subsuelo, el olor sulfuroso que a veces impregna el aire y el espectáculo visual de las aulagas ardiendo espontáneamente refuerzan la conciencia de estar en un lugar excepcional, donde la Tierra muestra su poder de forma directa y espectacular.
Esta combinación de gastronomía singular, arquitectura integrada y fenómenos naturales convierte la visita a El Diablo en mucho más que una simple parada turística; es una inmersión profunda en la esencia volcánica de Lanzarote y de España.
TIMANFAYA Y EL DIABLO: ICONOS TURÍSTICOS DE CANARIAS Y DE ESPAÑA
El Parque Nacional de Timanfaya y el restaurante El Diablo se han consolidado como dos de los mayores atractivos turísticos no solo de Lanzarote, sino de todo el archipiélago canario y, por extensión, de España. La singularidad del paisaje volcánico, protegido bajo la figura de Parque Nacional desde 1974 y Reserva de la Biosfera por la UNESCO, atrae cada año a cientos de miles de visitantes de todo el mundo, fascinados por su belleza extraterrenal y su historia geológica. El restaurante, siendo el único lugar del mundo donde se cocina directamente sobre calor volcánico de esta manera, añade un aliciente gastronómico y experiencial que lo convierte en una parada casi obligatoria para quienes exploran la isla.
La combinación de un entorno natural espectacular, una arquitectura respetuosa e innovadora firmada por un artista de renombre internacional como Manrique, y una propuesta culinaria basada en un fenómeno geológico único, hacen de este enclave un lugar excepcional. Representa la capacidad humana de adaptarse e interactuar con entornos extremos, creando belleza y disfrute donde antes solo había desolación, un símbolo de la resiliencia y la creatividad que caracteriza a menudo el espíritu de España.
Visitar Timanfaya y comer en El Diablo es, en definitiva, llevarse un recuerdo imborrable, la sensación de haber estado en un lugar donde la fuerza de la naturaleza se siente en cada piedra, en cada bocanada de aire y, por supuesto, en cada plato cocinado por el aliento de un volcán dormido pero intensamente vivo, un tesoro más que ofrece la diversa geografía de España. Este lugar encapsula la esencia volcánica de las Islas Canarias, ofreciendo una vivencia que trasciende lo meramente turístico para convertirse en algo profundamente memorable dentro del panorama de España, un país lleno de contrastes y maravillas naturales inesperadas, siendo este restaurante un punto culminante para cualquier viajero que explore esta parte de España.