El asfalto de nuestras ciudades es un hervidero constante, un escenario donde la prisa y, seamos sinceros, cierto grado de despiste al volante, campan a sus anchas. En medio de este trajín diario, surgen normativas y sanciones que a veces nos pillan por sorpresa, haciéndonos arquear una ceja y preguntarnos si realmente era para tanto; sin embargo, la DGT no deja margen a la interpretación en sus reglamentos, buscando siempre, o eso dicen, la seguridad colectiva por encima de las conveniencias individuales. Hay una multa en particular, recurrente en el entorno urbano, que muchos tildan de nimia o incluso «tonta», pero cuya ausencia puede costar cien euros y, lo que es peor, provocar situaciones de riesgo innecesarias que podrían evitarse con un simple gesto.
Hablamos, cómo no, de la sanción por no señalizar adecuadamente una maniobra mediante el uso de los intermitentes. Puede parecer una minucia, un detalle sin importancia en la compleja coreografía del tráfico, pero la realidad es tozuda y las estadísticas de siniestralidad no mienten cuando apuntan a la falta de comunicación entre conductores como una causa frecuente de incidentes. Cien euros pueden parecer un castigo desproporcionado por olvidar mover una pequeña palanca, pero es el precio que la normativa establece para recordarnos que conducir es un acto de comunicación y anticipación constante, no un viaje en solitario ajeno a quienes nos rodean. Esta sanción, aunque percibida como leve, subraya una responsabilidad fundamental al volante que a menudo pasamos por alto en la rutina diaria.
1EL INTERMITENTE OLVIDADO: CIEN EUROS QUE DUELEN EN EL BOLSILLO

La cuantía fijada por la Dirección General de Tráfico es clara: cien euros por no utilizar los indicadores de dirección cuando es preceptivo. No se trata de una de esas sanciones que acarrea pérdida de puntos del carné, lo cual quizás contribuye a esa percepción de levedad, pero no por ello deja de ser un recordatorio contundente de una obligación básica; la normativa de la DGT es explícita al respecto y no admite excusas basadas en la costumbre o la supuesta obviedad de la maniobra, ya que la seguridad vial se basa en certezas, no en suposiciones. Es una de las infracciones más comunes precisamente por esa falsa sensación de control o por la simple pereza de accionar un mecanismo que apenas requiere esfuerzo, pero cuya omisión tiene consecuencias directas en la fluidez y seguridad del tráfico urbano.
El calificativo de «tonta» aplicado a esta multa probablemente nace de la frustración del conductor sancionado, que siente que el castigo es excesivo para un olvido tan humano y, aparentemente, inofensivo. Sin embargo, hay que mirar más allá del desembolso económico; ese gesto olvidado, ese intermitente que no se enciende, rompe la cadena de información necesaria para que el resto de usuarios de la vía puedan anticipar nuestros movimientos y actuar en consecuencia. La DGT
insiste en que la previsibilidad es clave para evitar alcances, cambios de carril sorpresivos que acaban en susto o algo peor, y para gestionar de forma ordenada nudos de tráfico complejos como las glorietas o las incorporaciones. Lo que parece una tontería individual tiene un impacto colectivo significativo.