lunes, 7 julio 2025

El truco de la abuela para digerir que la ciencia aplaude

En un mundo donde la ciencia avanza a pasos agigantados y la farmacopea moderna nos ofrece soluciones para casi cualquier dolencia, resulta curioso, y hasta reconfortante, ver cómo volvemos la vista atrás, hacia esos remedios caseros que nuestras abuelas aplicaban con una fe inquebrantable. Parece que la sabiduría popular, esa que atesoraba cada abuela como un tesoro transmitido de generación en generación, no andaba tan desencaminada, especialmente cuando se trata de aliviar esas molestias digestivas tan comunes en nuestros días. La prisa, el estrés y una alimentación no siempre equilibrada pasan factura a nuestro sistema digestivo, dejándonos con esa sensación de pesadez, hinchazón o acidez que tanto nos incomoda.

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Y es precisamente ahí, en ese malestar cotidiano, donde los consejos de la matriarca de la familia resurgen con una fuerza inusitada, casi como un bálsamo ancestral que la ciencia moderna, lejos de menospreciar, comienza a estudiar y validar con creciente interés. Hablamos, cómo no, de esas infusiones humeantes, preparadas con hierbas que parecían tener un poder casi mágico para asentar el estómago y devolvernos el bienestar. El jengibre, el hinojo, el comino, la manzanilla o la menta poleo no eran simples plantas en la despensa de la abuela, sino auténticas aliadas contra los excesos y las digestiones difíciles, un legado de conocimiento empírico que hoy encuentra su eco en estudios y publicaciones científicas que analizan sus principios activos y confirman sus bondades.

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EL ARTE DE PREPARAR LA INFUSIÓN PERFECTA: CONSEJOS PARA OPTIMIZAR SUS BENEFICIOS

Fuente Pexels

Preparar una infusión puede parecer la cosa más sencilla del mundo, pero como en todo, hay pequeños detalles que pueden marcar la diferencia y que nuestra abuela conocía bien. Para extraer al máximo los principios activos de hierbas como el jengibre, el hinojo o el comino, es importante utilizar agua de buena calidad, llevándola al punto de ebullición justo antes de verterla sobre las plantas, y respetar los tiempos de infusión, que suelen oscilar entre los cinco y diez minutos, dependiendo de la hierba. Tapar la taza mientras reposa ayuda a que no se evaporen los aceites esenciales, que son parte fundamental de sus propiedades.

Optar por hierbas a granel o en bolsitas de buena calidad, preferiblemente de cultivo ecológico, también puede influir en la potencia y pureza de la infusión. Y, por supuesto, está el componente del disfrute consciente: tomarse ese momento para uno mismo, saborear la infusión caliente y permitir que sus efectos calmantes y digestivos hagan su trabajo, es parte del ritual que la abuela nos enseñó. No se trata solo de un remedio, sino de un acto de autocuidado que nos conecta con una sabiduría ancestral que, afortunadamente, sigue vigente y ahora cuenta con el aplauso de la ciencia.

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