La existencia en «La Favorita» jamás fue un mero paseo, pero el curso de las cosas actuales semeja que la vida quiere poner a prueba hasta el último ápice de esfuerzo de los personajes. Lo que comenzó como un proyecto de cocina de altura se ha convertido en una montaña de experiencias donde cada solución esconde un nuevo contratiempo. Todos los involucrados, desde Elena y Julio hasta su resto de compañeros, tratan de mantener el barco a flote, pero las historias construidas por Bambú Producciones demuestran que el éxito no llega nunca sin sacrificio.
La última entrega mostraba, entre otras cosas, un desarrollo inesperado. Una de las jóvenes cocineras, Cecilia, podía estar ocultando un embarazo y el fantasma de Don Benito justificando la cuestión de las cajas de contrabando. Un encuentro afortunado con el actor más conocido de la época, Félix Montenegro, puede ser la pasadera de toda esta historia. Pero la mente de Elena tiene el mismo recorrido que su fidelidad hacia el restaurante cuando Julio termina por hacer desaparecer las últimas posibilidades de una historia de amor entre los dos.
2DON BENITO, UNA AMENAZA QUE CRECE EN LA SOMBRA

El prestamista es un hombre de un solo golpe y su ultimatum deja bien a las claras que la función ha llegado a su fin en La Favorita. Cuando Elena le exige que saque las cajas de contrabando que han incluido entre las provisiones, su respuesta -tras un frío «no» que parece evidente- es que, «si dentro de seis meses no habéis pagado, mal acabaréis». Pero no es la deuda por la que se teme, sino lo que se teme que pueda hacer con ello, que es lo que Elena puede adivinar que pretende Don Benito.
Don Benito no quiere el dinero; lo que quiere es el lugar. Su fracaso, en verdad, sería un procedo nada desdeñable para pasar a convertir el local en un almacén para sus negocios no muy limpios. La primera de las líneas de la continuación del canto de consultas dice: «Cada plato que servís os acerca cada vez más a la trampa que os ha preparado», simplemente parece susurrar cada vez que paso por la puerta.
Elena, aunque valiente, sabe que el poder está en la otra parte. La presión a la que está sometida Elena se vuelve cada vez más insoportable. Todos los días el temor a que las cajas sean descubiertas la mantiene en vilo, y todas las mañanas la sonrisa impostada que pone para su equipo le quema los labios. «No podemos seguir así», le confiesa en voz baja a Julio, quien, a pesar de su distanciamiento emocional, no puede evitar percibir la urgencia en su voz.
Mientras, el suegro de Elena sigue tirando del hilo de Pelayo, y cada pregunta suya es un pequeño artefacto explosivo. La pregunta ya no es si Don Benito ejecutará, sino cuándo. ¿Conseguirá Elena encontrar el camino antes de que el prestamista se cobre la deuda a su manera? En esta lucha por poder, las reglas las pone él y la única cosa que tiene clara Elena es que en la contienda por «La Favorita», no todos saldrán librados.