martes, 13 mayo 2025

Cayetano Rivera protagoniza un nuevo escándalo: las pruebas que demuestran su drama familiar

Cayetano Rivera, uno de los nombres más reconocidos de la tauromaquia contemporánea, se despidió para siempre de los ruedos en una jornada histórica en la Real Maestranza de Sevilla. Lo que debía haber sido un día de emoción compartida entre hermanos y de celebración por una trayectoria que abarca más de dos décadas, se convirtió también en el escenario perfecto para confirmar lo que muchos ya sospechaban: la relación entre Cayetano y su hermano Francisco Rivera está, hoy por hoy, más deteriorada que nunca. La ausencia de Francisco en una tarde tan señalada, en una plaza donde la familia ha forjado buena parte de su leyenda, no pasó desapercibida ni para la prensa ni para los cientos de asistentes atentos a cada gesto. Nadie lo vio en el tendido, ni en los palcos, ni siquiera entre bambalinas, y en un entorno donde resulta prácticamente imposible no ser identificado, su falta fue interpretada por todos como una señal inequívoca de que la distancia entre los dos hermanos es profunda y quizá irreparable.

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Última hora del drama familiar

Este nuevo capítulo en el culebrón familiar de los Rivera se suma a una larga saga de conflictos que han hecho correr ríos de tinta. No es la primera vez que la familia queda al descubierto por sus propias divisiones, ni probablemente será la última. Lo llamativo es cómo, pese al paso del tiempo y a la madurez de sus protagonistas, los viejos resentimientos siguen marcando sus pasos. Algo hay, como dicen muchos, en las sangres Rivera y Pantoja, que convierte lo íntimo en tormentoso y lo familiar en terreno de batalla. En este caso, la figura de Carmina Ordóñez —madre de Francisco y Cayetano, fallecida en 2004— planea como una sombra sobre las ausencias y las distancias. Su legado sentimental, lleno de intensidad y heridas no cerradas, parece perpetuarse en las relaciones de sus hijos, incapaces de tender puentes duraderos.

Para los seguidores del toreo y del corazón, la tarde del adiós de Cayetano fue más que una jornada de luces y ovaciones. Fue también una ventana abierta a la fragilidad de los lazos familiares, una puesta en escena de las tensiones que laten bajo la superficie del apellido. El torero, sereno en el ruedo y aplaudido por su público, volvió a demostrar la templanza que lo caracteriza. Pero el eco de los silencios, las sillas vacías y las miradas esquivas dibujaron otro relato paralelo: el de una familia rota por dentro, donde cada gesto no dado y cada palabra no dicha deja una cicatriz más. Y en este drama, donde las plazas ya no bastan para dirimir las cuentas pendientes, la sangre pesa más que la arena. ¿Volverán algún día a encontrarse estos hermanos más allá de la fotografía antigua? Por ahora, lo único cierto es que el adiós de Cayetano ha dejado una estampa inolvidable: la de un torero valiente y un hermano solo en su última tarde.

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