Cayetano Rivera, uno de los nombres más reconocidos de la tauromaquia contemporánea, se despidió para siempre de los ruedos en una jornada histórica en la Real Maestranza de Sevilla. Lo que debía haber sido un día de emoción compartida entre hermanos y de celebración por una trayectoria que abarca más de dos décadas, se convirtió también en el escenario perfecto para confirmar lo que muchos ya sospechaban: la relación entre Cayetano y su hermano Francisco Rivera está, hoy por hoy, más deteriorada que nunca. La ausencia de Francisco en una tarde tan señalada, en una plaza donde la familia ha forjado buena parte de su leyenda, no pasó desapercibida ni para la prensa ni para los cientos de asistentes atentos a cada gesto. Nadie lo vio en el tendido, ni en los palcos, ni siquiera entre bambalinas, y en un entorno donde resulta prácticamente imposible no ser identificado, su falta fue interpretada por todos como una señal inequívoca de que la distancia entre los dos hermanos es profunda y quizá irreparable.
2Kiko Rivera sí apoyó a su hermano

A la escena familiar se suma otra figura clave en este entramado de afectos: Kiko Rivera. El DJ, que ha vivido sus propias disputas familiares, especialmente con su madre Isabel Pantoja, parece haber encontrado en Cayetano un aliado y un hermano del alma. La sintonía entre ambos es evidente desde hace años, y mientras la relación de Kiko con Francisco ha estado marcada por altibajos y largos silencios, con Cayetano ha compartido momentos importantes y un apoyo mutuo que va más allá del parentesco. Esta cercanía refuerza la percepción de que las líneas de fractura dentro del clan Rivera-Pantoja no solo persisten, sino que se hacen más visibles cada vez que la familia se reúne —o deja de hacerlo— en público.
El propio Cayetano Rivera, en declaraciones tras su faena, reconocía que se trataba de un día “feliz y triste a la vez”, una afirmación ambigua pero cargada de lecturas posibles. Más allá de la melancolía natural de cualquier despedida, muchos intuyeron en sus palabras una alusión velada a su hermano ausente, al hueco no solo físico, sino emocional, que Francisco dejó en una fecha que debía ser símbolo de unidad. Es difícil ignorar que, para alguien como Cayetano, forjado en la tradición taurina y en la cultura del linaje, no contar con el respaldo fraterno en el momento de su adiós duele más que cualquier herida de faena.