Los semáforos, esos postes luminosos que jalonan nuestras calles y avenidas, se han convertido en una parte tan intrínseca de la conducción urbana que apenas reparamos en ellos, salvo cuando el rojo nos detiene. Pero es precisamente en esos momentos de aparente calma, cuando la tentación de desviar la atención del volante se hace más fuerte, que la Dirección General de Tráfico, la DGT, agudiza su vigilancia para cazar a los infractores. No se trata de una leyenda urbana ni de una exageración; la tecnología y la determinación de este organismo para reducir la siniestralidad han convertido cada esquina con semáforo en un posible punto de control, y las multas pueden llegar sin previo aviso.
Y no hablamos solo de pasarse el disco en ámbar apurando, que también, sino de esas otras acciones que, aunque realizadas con el vehículo detenido, pueden acarrear una sanción económica considerable y la pérdida de puntos. Parece que la DGT ha decidido tomar cartas en el asunto, especialmente con aquellas conductas que, aunque breves, considera que merman la capacidad de reacción del conductor en un entorno tan dinámico como es la circulación. La sensación de estar parado no exime de la responsabilidad de mantener la atención plena en la conducción, un matiz que muchos conductores parecen olvidar con demasiada frecuencia.
3DEL LABIAL AL BOCATA: HÁBITOS PELIGROSOS AL VOLANTE PARADO

Pero la vigilancia de la DGT no se limita al uso del teléfono móvil; otras acciones aparentemente inocuas como maquillarse, comer, beber o incluso buscar algo en la guantera mientras se espera en un semáforo también pueden ser objeto de sanción. Aunque el vehículo esté parado, estas actividades desvían la atención necesaria para reaccionar a tiempo cuando el semáforo cambie a verde o si surge una emergencia. Este tipo de distracciones son consideradas por la DGT como conductas que comprometen la seguridad.
La clave reside en que el conductor debe estar en todo momento en condiciones de controlar su vehículo y reaccionar ante cualquier imprevisto, algo que estas actividades dificultan enormemente. La DGT argumenta que unos segundos de distracción pueden ser cruciales, pudiendo provocar desde un arranque tardío que obstaculice el tráfico hasta un accidente por no percatarse de un peatón o ciclista. La normativa de la DGT es clara al respecto: la atención debe ser plena.