Los semáforos, esos postes luminosos que jalonan nuestras calles y avenidas, se han convertido en una parte tan intrínseca de la conducción urbana que apenas reparamos en ellos, salvo cuando el rojo nos detiene. Pero es precisamente en esos momentos de aparente calma, cuando la tentación de desviar la atención del volante se hace más fuerte, que la Dirección General de Tráfico, la DGT, agudiza su vigilancia para cazar a los infractores. No se trata de una leyenda urbana ni de una exageración; la tecnología y la determinación de este organismo para reducir la siniestralidad han convertido cada esquina con semáforo en un posible punto de control, y las multas pueden llegar sin previo aviso.
Y no hablamos solo de pasarse el disco en ámbar apurando, que también, sino de esas otras acciones que, aunque realizadas con el vehículo detenido, pueden acarrear una sanción económica considerable y la pérdida de puntos. Parece que la DGT ha decidido tomar cartas en el asunto, especialmente con aquellas conductas que, aunque breves, considera que merman la capacidad de reacción del conductor en un entorno tan dinámico como es la circulación. La sensación de estar parado no exime de la responsabilidad de mantener la atención plena en la conducción, un matiz que muchos conductores parecen olvidar con demasiada frecuencia.
1¿SEGURO EN ROJO? LA DGT PIENSA DIFERENTE

Muchos conductores sienten que, una vez el semáforo se pone en rojo y el coche está inmovilizado, se abre una especie de paréntesis seguro, un interludio para revisar el móvil o hacer cualquier otra cosa. Sin embargo, esta percepción choca frontalmente con la interpretación de la normativa que aplica la DGT, para la cual el conductor sigue estando al mando de una máquina potencialmente peligrosa, incluso cuando espera el cambio a verde. La vigilancia de la DGT se extiende, por tanto, a estos periodos de detención, con el fin de asegurar que la atención se mantiene en todo momento.
La lógica detrás de esta postura es que la atención debe ser constante, pues nunca se sabe si será necesario mover el vehículo de improviso, por ejemplo, para facilitar el paso a una ambulancia o evitar un pequeño percance con otro vehículo que no respete la señalización. La DGT insiste en que cualquier distracción, por mínima que parezca y por corto que sea el tiempo de espera, puede tener consecuencias negativas en la fluidez y seguridad del tráfico, afectando no solo al propio conductor sino al resto de usuarios de la vía. El objetivo último de la DGT es prevenir estos riesgos innecesarios.