viernes, 9 mayo 2025

La multa de la DGT que casi todos los ciclistas de Madrid se saltan

Madrid se ha subido a la bicicleta con un entusiasmo contagioso, y es que la capital está viviendo una auténtica revolución sobre dos ruedas, una tendencia que transforma el paisaje urbano y promueve una movilidad más sostenible. Sin embargo, esta creciente afición viene acompañada de una sombra que la Dirección General de Tráfico, la DGT, conoce bien: la de las infracciones recurrentes, esas pequeñas o no tan pequeñas transgresiones que, aunque a veces pasen desapercibidas, erosionan la convivencia vial y pueden acarrear sanciones. Parece que el idilio con el pedal viene, en demasiadas ocasiones, con una interpretación muy laxa de las normas de circulación.

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No hablamos de despistes aislados ni de novatos desorientados, sino de una preocupante normalización de ciertas conductas antirreglamentarias, esas que pueden acarrear sanciones económicas significativas y que, sorprendentemente, parecen invisibles para muchos. Desde el uso indebido de las aceras hasta el desprecio olímpico por los semáforos, pasando por la ausencia de elementos básicos de seguridad o la distracción tecnológica, el catálogo de «peccata minuta» ciclista es amplio y, lo que es más inquietante, parece gozar de una cierta bula social en las calles madrileñas, pese a los esfuerzos de la DGT por concienciar.

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LA NORMATIVA DE LA DGT: ¿IGNORANCIA O DESAFÍO CICLISTA?

Fuente Freepik

Ante este panorama de infracciones cotidianas, surge una pregunta inevitable: ¿se deben a un desconocimiento generalizado de la normativa o a un desdén consciente por las reglas? Si bien es cierto que no todo el mundo que se sube a una bicicleta se ha leído el reglamento de circulación de la A a la Z, la excusa de la ignorancia tiene un recorrido limitado cuando hablamos de normas básicas de convivencia y seguridad vial. Las regulaciones de la DGT son accesibles y, en su mayoría, de sentido común, por lo que cuesta creer que la invasión de aceras o el salto de semáforos respondan únicamente a un vacío informativo.

Más bien, parece que en algunos sectores del ciclismo urbano se ha instalado una cierta sensación de impunidad o, incluso, una actitud de rebeldía mal entendida frente a unas normas que se perciben como restrictivas o pensadas únicamente para los vehículos a motor. El esfuerzo de la DGT por informar y educar es constante, pero choca a menudo con la comodidad de hacer las cosas «a mi manera», una filosofía que, si bien puede ser comprensible en ciertos ámbitos de la vida, resulta incompatible con la seguridad colectiva en el espacio público compartido. Es necesario un cambio de mentalidad que vaya más allá del simple conocimiento de la norma.


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