jueves, 8 mayo 2025

La multa de la DGT que casi todos los ciclistas de Madrid se saltan

Madrid se ha subido a la bicicleta con un entusiasmo contagioso, y es que la capital está viviendo una auténtica revolución sobre dos ruedas, una tendencia que transforma el paisaje urbano y promueve una movilidad más sostenible. Sin embargo, esta creciente afición viene acompañada de una sombra que la Dirección General de Tráfico, la DGT, conoce bien: la de las infracciones recurrentes, esas pequeñas o no tan pequeñas transgresiones que, aunque a veces pasen desapercibidas, erosionan la convivencia vial y pueden acarrear sanciones. Parece que el idilio con el pedal viene, en demasiadas ocasiones, con una interpretación muy laxa de las normas de circulación.

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No hablamos de despistes aislados ni de novatos desorientados, sino de una preocupante normalización de ciertas conductas antirreglamentarias, esas que pueden acarrear sanciones económicas significativas y que, sorprendentemente, parecen invisibles para muchos. Desde el uso indebido de las aceras hasta el desprecio olímpico por los semáforos, pasando por la ausencia de elementos básicos de seguridad o la distracción tecnológica, el catálogo de «peccata minuta» ciclista es amplio y, lo que es más inquietante, parece gozar de una cierta bula social en las calles madrileñas, pese a los esfuerzos de la DGT por concienciar.

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SEMÁFOROS EN ROJO: ¿DECORACIÓN URBANA O LÍMITE INFRANQUEABLE?

Fuente Freepik

Otro de los puntos calientes en la relación de los ciclistas con el código de circulación es, sin duda, el respeto a los semáforos. Para un número alarmantemente alto de usuarios de la bicicleta, la luz roja parece haberse convertido en una mera sugerencia, una especie de recomendación cromática que se puede ignorar si no viene un coche de frente o si se tiene prisa. Esta actitud no solo es peligrosa para el propio ciclista, que se expone a colisiones graves, sino que también genera tensión con el resto de conductores y peatones, que sí se atienen a las señales. La DGT insiste en que el semáforo en rojo es una orden para todos, sin excepciones.

Esta relajación ante el semáforo se extiende, con frecuencia, a otras señales de tráfico, como los ceda el paso o los stops, que también son interpretados con una flexibilidad pasmosa. Parece existir una subcultura ciclista donde la prioridad se la otorga uno mismo en función de la conveniencia del momento, lo cual dinamita cualquier intento de establecer una convivencia ordenada y segura en la calzada. Es fundamental recordar que las normas están para proteger a todos los usuarios de la vía, y el catálogo de señales que la DGT espera que se respeten no es opcional ni está sujeto a interpretaciones personales en función del vehículo que se conduzca.


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