viernes, 9 mayo 2025

‘La Promesa’: El ambiente cada vez está más enrarecido en el palacio

La atmósfera en el palacio de La Promesa ha adquirido una densidad fulminante, llena de murmullos y miradas furtivas; lo que en sus inicios era un misterio a la desaparición de Toño, ha convertido en una tormenta silenciosa, una tempestad silenciosa que puede barrerlo todo. La incertidumbre va desgastando las bases de la servidumbre y las tensiones entre los señores van creciendo hasta llegar al punto en que ya no hay retorno.

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En esta penumbra, cada personaje lleva una máscara. Por su parte, Manuel se empeña en disimular su estado con un rostro optimista que pronto resulta ser de piedra, incluso sus sonrisas son talladas en piedra. Simona, por otro lado, no puede evitar mostrar angustia; el espectro de los errores pasados de su hijo ha vuelto por sus fueros. Y mientras tanto, en los pasillos más oscuros de la servidumbre, Rómulo demuestra que incluso los más leales pueden saber guardar oscuras sorpresas.

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LA CONFESIÓN QUE CAMBIA TODO

'La Promesa': El ambiente cada vez está más enrarecido en el palacio
Fuente: RTVE

El palacio de La Promesa contiene la respiración ante la disputa de las dos mujeres: Leocadia, quien siempre se ha considerado a sí misma, descubre la confesión de Eugenia a través de una sonrisa gélida. «¿Y qué es lo que esperabas conseguir?» Espeta Eugenia mientras juega con los dedos en el borde de su abanico como lo haría con un arma de fuego. Eugenia no se deja amedrentar, al contrario. «La verdad siempre acaba saliendo a la luz, aunque sea tarde». Ella se atreve a responder de forma muy tranquila, haciendo temblar incluso a los presentes.

El día siguiente es un torbellino perfumado de alianzas rotas y miradas de odio. Lorenzo no soportando nada de esta situación tan tensa, intenta dejar las cosas en su estado anterior, pero es incapaz de hacerlo y solo logra enredar más aún las cosas. «Eugenia no debió entrometerse», dice a su copa de brandy, todo el mundo se percata de que hasta sus amigos han percibido que el miedo ha alterado su voz.

¿Qué más sabe ella? ¿A quién más se está preparando para lanzar su ofensiva? Leocadia, por su parte, mueve sus piezas sin cambiar expresión, haciéndose invisible, encontrando nuevos aliados, con aquellos cuya lealtad es tan oscura como sus intenciones. La frontera entre la guerra abierta y el aliento de la guerra aparece en la madrugada en que Eugenia descubre que su habitación ha sido asaltada, y un mensaje anónimo se clava en su almohada con un alfiler: “Ciudades y verdades se llevan mejor a la tumba.”

La respuesta no es de espanto, sino que la risa de Eugenia retumba en la habitación vacía; “¡Que vengan a asustarme, solo demuestra que tengo razón!”, piensa, y guarda la nota de amenaza como muestra de prueba. Pero esa misma noche, por primera vez duerme con un cuchillo bajo la almohada. La guerra ha estallado y no hay punto en el palacio donde se esté libre de su aliento.

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