La atmósfera en el palacio de La Promesa ha adquirido una densidad fulminante, llena de murmullos y miradas furtivas; lo que en sus inicios era un misterio a la desaparición de Toño, ha convertido en una tormenta silenciosa, una tempestad silenciosa que puede barrerlo todo. La incertidumbre va desgastando las bases de la servidumbre y las tensiones entre los señores van creciendo hasta llegar al punto en que ya no hay retorno.
En esta penumbra, cada personaje lleva una máscara. Por su parte, Manuel se empeña en disimular su estado con un rostro optimista que pronto resulta ser de piedra, incluso sus sonrisas son talladas en piedra. Simona, por otro lado, no puede evitar mostrar angustia; el espectro de los errores pasados de su hijo ha vuelto por sus fueros. Y mientras tanto, en los pasillos más oscuros de la servidumbre, Rómulo demuestra que incluso los más leales pueden saber guardar oscuras sorpresas.
1LA DESAPARICIÓN DE TOÑO

Toño se ha esfumado sin dejar rastro de La Promesa, y su ausencia resuena como un eco en cada esquina del palacio. Para Manuel, su hijo es simplemente impredecible, un espíritu libre que tarde o temprano volverá. Pero Simona conoce demasiado bien los demonios que persiguen a Toño, y el temor a que haya regresado a sus viejas costumbres la devora por dentro.
La cocinera, siempre atenta a los movimientos de la familia, se encuentra en la frontera entre la esperanza y la desesperación. «Si Toño se ha llevado el dinero, no solo habrá traicionado a sus padres sino que habrá dado un paso más, a saber, el de firmar su propia sentencia de muerte«, murmura entre cuchicheos con las demás sirvientas. El servicio, siempre amante de los dramas, ya especula acerca de su posible paradero: ¿estará en una taberna? ¿O ha cometido alguna locura aún mayor?
Mientras tanto, corre un rumor por el pueblo que inquieta: un chico que podría ser Toño vio al muchacho subir a un carruaje en dirección a frontera. ¿Eran esas las características del muchacho? O podría ser solamente la desesperación de los sirvientes que intentan dar sentido al suceso inexplicable.
Pía, la única que parece tener la cabeza fría, advierte: «Mientras continuemos hablando sin saber, nos quedaremos solo con que la verdad se pierda entre mentiras», pero no escucha; el palacio ya sabe a través de los rumores que Toño fue un traidor, y la justicia del rumor no da tregua.