viernes, 9 mayo 2025

‘El teléfono rojo’: placer culpable, telebasura y olé

El espacio viral ‘El teléfono rojo’ que se aloja en el canal digital ZonaGemelos impulsado por los jóvenes Carlos y Daniel Ramos genera entre su audiencia una mezcla de fascinación morbosa y rechazo. «Ya no criticaré nunca más a mi madre por tirarse tres horas viendo ‘Sálvame’», decía un espectador miembro de la ‘generación X’ tras seguir una tertulia repleta de disparates acientíficos, bromas desfasadas y algunos ingredientes difícilmente explicables que lo convierten en hipnótico.

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Los propios hermanos Ramos junto al conspiranoico y terraplanista Karles Torah (conocido en las redes sociales como Mr. Tartaria) conducen este formato integrado por contertulios como el futurólogo Paco Porras (que fue hace años pillado a través de cámara oculta prometiendo curar la esclerosis múltiple con «hidratos de carbono, minerales o oligoelementos»), el expresidiario malagueño ‘El Churumbel’, y dos exferiantes valencianos, padre e hijo, que se hacen conocer por los nombres de ‘Pájaro azul’ (declarado franquista) y el aspirante a cantante ‘David Evil’ (que sufre una discapacidad intelectual, tal y como reconocen los jocosos y capitalistas gemelos en algunos vídeos).

A esta tertulia digna de ‘Los juegos del hambre’ se le han sumado otros invitados como la vidente Aramís Fuster, el indescifrable John Cobra y los economistas Simón Pérez y Silvia Charro, que se hicieron hace años famosos con el vídeo de las hipotecas «a tipo fijo» y ahora reconocen sus problemas con las drogas y se degradan en plataformas de streaming a cambio de donativos.

‘EL TELÉFONO ROJO’

Bajo la apariencia de entretenimiento, el programa ha sido objeto de duras críticas por los comentarios de tinte franquista, machista y homófobo que se han vertido en sus tertulias. Así como por utilizar a personas con discapacidad intelectual como parte de su formato, lo que muchos consideran una forma de explotación con fines humorísticos.

El éxito del espacio parece alimentarse del choque entre lo políticamente incorrecto y la provocación consciente, generando un seguimiento que muchos reconocen como ‘placer culpable’. Sin embargo, ese consumo irónico no impide que en algunos momentos parezcan vulnerarse los principios básicos de respeto e inclusión.

El formato tiene algo de las risas del señorito de ‘Los santos inocentes’ contra su servicio, de los montajistas guiones que recetaba Xavier Sardà a sus contertulios y del frikismo promovido por Javier Cárdenas desde programas como ‘Al ataque’, ‘La parodia nacional’ o ‘Crónicas Marcianas’, en los que se bordeó la delgada línea del mal gusto y el delito.

El Tribunal Constitucional dio la razón un hombre con una discapacidad física y psíquica del 66%, al considerar que una emisión de ‘Crónicas Marcianas’ vulneró en 2002 su derecho al honor y a la propia imagen. Telecinco lo indemnizó con 15.000 euros por las burlas que se realizaron contra él durante la emisión del reportaje de Cárdenas.

IMPREVISIBILIDAD

Hay que reconocer que agunos tramos de ‘El teléfono rojo’ son tan irreverentes, imprevisibles o divertidos como aquellos formatos del corazón ‘dosmileros’ (‘Tómbola’, ‘Crónicas Marcianas’ o ‘Aquí hay tomate’). La falta de respeto hacia las convenciones sociales del canal digital también hace recordar a algunas secciones del radiofónico ‘La vida moderna’.

Hermanos Ramos Merca2.es
Los hermanos Ramos.

Quizá los aspectos positivos advertidos en el espacio tengan que de su comparativa con la falta de riesgo creativo de la que adolecen las grandes televisiones y radios de España. Los programas con cierta espontaneidad o singularidad han sido sustituidos por formatos repetitivos, ajadas franquicias internacionales y contenidos pensados más para garantizar audiencias básicas que para sorprender al espectador. La autoría se premia en el campo de la ficción, pero se degrada en la del entretenimiento.

Por lo cual, cierta irreverencia solo se mantiene a través de canales digitales, menos dependientes de la publicidad convencional. La mayoría de las parrillas televisivas están dominadas por anacrónicos magazines calcados entre sí o talent shows clónicos donde la naturalidad se ve desplazada por escenas forzadas en busca de la lagrimita.

En este contexto, los pocos intentos de romper con la norma suelen quedar relegados a las plataformas digitales, donde aún hay algo más de espacio para la creatividad. En el caso de ‘El teléfono rojo’, en favor del mal.


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