La bandeja de entrada se ha convertido en un campo de minas digital, un torrente incesante de comunicaciones donde lo legítimo se mezcla con lo fraudulento de manera cada vez más sutil. Aprender a identificar el código secreto que delata un engaño es, hoy más que nunca, una habilidad esencial para la supervivencia online y para evitar disgustos que pueden ir desde lo meramente molesto hasta lo catastrófico en términos económicos o de privacidad. La avalancha diaria de mensajes nos obliga a estar permanentemente alerta, desarrollando un sexto sentido para discernir la paja del trigo.
Los ciberdelincuentes, lejos de ser aficionados, emplean tácticas cada vez más depuradas, imitando con pasmosa habilidad la apariencia de entidades bancarias, servicios de paquetería o incluso organismos oficiales. La ingenuidad o la simple prisa pueden convertir un clic incauto en la puerta de entrada a un verdadero quebradero de cabeza, desde el robo de credenciales hasta la infección por malware, con consecuencias que van mucho más allá de lo meramente económico. Por ello, familiarizarse con las señales de alerta, esos indicios que componen el mencionado código secreto, es una inversión en nuestra tranquilidad y seguridad digital.
1DESCIFRANDO EL ENIGMA: ¿QUIÉN ENVÍA REALMENTE ESE CORREO?

La dirección del remitente, ese ‘De:’ que encabeza cada mensaje, es la primera pista y, a menudo, la primera trampa en la que muchos caen sin apenas darse cuenta. Confiar ciegamente en lo que aparece a simple vista es un error común, ya que falsificar una dirección de correo es una técnica relativamente sencilla para los estafadores, buscando suplantar a una empresa o persona de confianza para ganarse nuestro crédito inicial. Es imperativo examinar con lupa no solo el nombre que se muestra, sino el dominio completo de la dirección, buscando cualquier variación sutil, un guion inesperado o una letra cambiada que pueda delatar el fraude.
Existen protocolos como SPF (Sender Policy Framework), DKIM (DomainKeys Identified Mail) y DMARC que intentan verificar la autenticidad del servidor de envío, una especie de DNI digital para los correos electrónicos, pero no siempre están implementados o, incluso estándolo, los timadores buscan resquicios. Por ello, un análisis más profundo, ese que conforma parte del código secreto para nuestra seguridad, implica no quedarse solo con el nombre visible, sino indagar en la infraestructura detrás del envío si la sospecha es alta, comprobando si el dominio es legítimo y si tiene una reputación online mínimamente sólida, algo que a menudo los dominios fraudulentos, creados para campañas cortas, no poseen.