Vivimos rodeados de electrodomésticos que nos promete una vida más cómoda, más conectada, más sencilla en definitiva. Sin embargo, esta comodidad a menudo viene con una letra pequeña que no siempre leemos, una que afecta directamente a nuestra privacidad y que convierte nuestro hogar en un escenario de escucha constante, a veces sin que seamos plenamente conscientes de ello. La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha puesto el foco en un tipo concreto de aparato que todos tenemos o podríamos tener pronto, alertando sobre sus capacidades ocultas.
El quid de la cuestión reside en esos micrófonos que incorporan muchos dispositivos modernos, desde los populares altavoces inteligentes hasta los televisores de última generación que responden a nuestra voz. La promesa es clara: control por voz, manos libres, acceso instantáneo a información o entretenimiento. Pero la realidad subyacente es que, para que esa magia funcione, estos aparatos necesitan estar permanentemente atentos, escuchando a la espera de la palabra clave que los active, lo que plantea serias dudas sobre qué más pueden estar captando y quién tiene acceso a esa información tan íntima como son nuestras conversaciones cotidianas en el supuesto santuario de nuestro hogar.
4«NO TENGO NADA QUE OCULTAR»: EL FALSO ARGUMENTO ANTE LA VIGILANCIA DOMÉSTICA

Es frecuente escuchar el argumento de «no tengo nada que ocultar» como justificación para despreocuparse por la privacidad frente a estos dispositivos. Sin embargo, esta afirmación simplifica en exceso una cuestión compleja y potencialmente peligrosa, ignorando que la privacidad no se trata solo de esconder actividades ilícitas, sino de proteger nuestra autonomía, nuestra intimidad y nuestra capacidad de vivir sin ser constantemente monitorizados y analizados. La información recopilada, aunque parezca trivial de forma aislada, puede ser utilizada para crear perfiles muy precisos, influir en nuestras decisiones de compra o incluso afectar a nuestras oportunidades futuras. La presencia de un electrodoméstico
con capacidad de escucha altera sutilmente la dinámica del hogar.
La acumulación masiva de datos, conocida como Big Data, permite extraer patrones y conclusiones que van mucho más allá de lo evidente. Nuestras conversaciones casuales, los programas que vemos, la música que escuchamos, todo contribuye a pintar un retrato digital que puede ser utilizado por empresas y, potencialmente, por actores malintencionados. Renunciar a la privacidad bajo el pretexto de no tener secretos es, en cierto modo, renunciar a una parte fundamental de nuestra libertad individual en la era digital, permitiendo que un electrodoméstico
más en casa se convierta en una herramienta de perfilado constante sin que seamos plenamente conscientes de las consecuencias a largo plazo.