La historia de Sueños de Libertad se entrelaza esta semana con el descubrimiento de ciertos arrebatos que pueden cambiar el futuro de sus personajes. El último capítulo, emitido el pasado viernes, dejó al descubierto asuntos ocultos, decisiones aprobadas a espaldas de los que más las padecen y ciertas relaciones que mantienen su equilibrio bajo el peso de la mentira.
Desde adopciones más que dudosas hasta pasados que se convierten en fantasmas de repente, la serie sigue demostrando por qué es la ficción española por la que el drama televisivo se reconoce. En este nuevo capítulo, descubrimos un oscuro secreto que parte de la figura de Irene.
2LA SOMBRA DE LAS ADOPCIONES ILEGALES

Gema llegó a Sueños de Libertad con la ilusión de construir una familia, aunque esa ilusión ahora percibe como manchada por una dura verdad. Sus compañeras las han puesto al corriente sobre los métodos que utiliza el sacerdote Don Agustín, quien hace chantaje a mujeres desesperadas para que den a sus hijos. «No es una adopción, es un negocio», parece ser la cruel realidad que Gema no se atreve a aceptar. La conversación con Joaquín supuso un punto de inflexión: ya no puede hacer caso omiso de las señales.
El dinero que Joaquín le entrega al sacerdote aparece como otra capa más de la corrupción. Don Agustín considera que es muy poco dinero, por lo que existen señales que forman parte de un mecanismo que es mucho más grande que estas prácticas. Gema, atrapada a la vez por el deseo de ser madre y la moral, se convierte en la protagonista de una cruel disyuntiva. Su dilema pone en jaque el sistema de adopciones que articula la trama y se convierte en la proyección de la realidad de muchas personas que sufren en su vida cotidiana situaciones similares.
El personaje de Joaquín se nos presenta, en este plano, como una figura confusa. Si bien parece verdaderamente inquieto por Gema, también permanece al pie del cañón con la financiación de un sistema corrupto. ¿Es un cómplice por omisión o forma parte activa de la red de complicaciones? Gema pensaba, al abrirse a él, que iba a encontrar soluciones, pero se ha encontrado solo con más preguntas. En este contexto, Gema debe tomar la decisión entre seguir adelante con los trámites o denunciar lo que sabe, aunque a breve plazo eso le pueda despojar de la oportunidad de ser madre.
La presión social y emocional que siente Gema se amontona: si con algunas mujeres de la trama, como Claudia, hemos podido vislumbrar momentos de escape de situaciones asfixiantes, ella se encuentra como perdida en un laberinto en el cual no vislumbra salida. La adopción, que debería significar un acto de amor, se convierte en un campo minado. El personaje de Gema trae una reflexión necesaria: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a saltar por encima de nuestros principios con tal de cumplir un deseo?