La ansiedad llega sin pedir permiso. A veces se cuela por una idea tonta, otras por una acumulación de cosas que ni siquiera sabías que te estaban afectando. Y cuando aparece, todo se acelera: el corazón, la respiración, los pensamientos. Parece que el cuerpo y la cabeza se desconectan, que no hay salida, que vas a perder el control. Pero no es así. Hay formas de recuperar el aire, de volver al centro, de cortar el ataque antes de que te arrastre.
Tú puedes frenarla, aunque no lo parezca. Puedes hacerlo sin que nadie lo note, sin irte de donde estás, sin tener que huir. La ansiedad no es un monstruo invencible, aunque lo sientas así en el momento. Lo importante es que aprendas a reconocerla y a responder. No desde el miedo, sino desde el conocimiento. Cuanto más entiendas tu ansiedad, menos poder tiene sobre ti.
6La rutina también protege

Puede sonar aburrido, pero tener una rutina clara ayuda más de lo que imaginas. Comer más o menos a la misma hora, dormir bien, movete cada día, tomar la medicación si es que la necesitas. Todo eso crea una estructura interna que se traduce en estabilidad emocional. Y eso, frente a la ansiedad, es como un paraguas en medio del temporal.
La ansiedad ama el caos, los cambios bruscos, las decisiones impulsivas. Una vida desordenada la alimenta. En cambio, la previsibilidad, la organización, la constancia, la debilitan. No hace falta tener todo medido, solo un ritmo que le dé al cuerpo la sensación de que hay algo firme donde apoyarse…