La ansiedad llega sin pedir permiso. A veces se cuela por una idea tonta, otras por una acumulación de cosas que ni siquiera sabías que te estaban afectando. Y cuando aparece, todo se acelera: el corazón, la respiración, los pensamientos. Parece que el cuerpo y la cabeza se desconectan, que no hay salida, que vas a perder el control. Pero no es así. Hay formas de recuperar el aire, de volver al centro, de cortar el ataque antes de que te arrastre.
Tú puedes frenarla, aunque no lo parezca. Puedes hacerlo sin que nadie lo note, sin irte de donde estás, sin tener que huir. La ansiedad no es un monstruo invencible, aunque lo sientas así en el momento. Lo importante es que aprendas a reconocerla y a responder. No desde el miedo, sino desde el conocimiento. Cuanto más entiendas tu ansiedad, menos poder tiene sobre ti.
3Dormir bien es tu primera medicina

No hay tranquilidad posible si no estás descansando. El sueño es como ese reinicio silencioso que el cuerpo necesita cada noche para poder funcionar bien al día siguiente. Y cuando la ansiedad está presente, dormir se convierte en una necesidad urgente. No dormir bien puede amplificar todo: los miedos, la confusión, la irritabilidad. Por eso es tan importante cuidar ese momento.
Haz del sueño una prioridad real. No como algo que ocurre al final del día, sino como un compromiso contigo mismo. Apaga las pantallas, crea una rutina tranquila, evita comer pesado antes de dormir. Si a pesar de todo sigues teniendo problemas para dormir, no lo dejes pasar. Habla con quien tengas que hablar. Porque sin descanso, todo cuesta el doble. Y la ansiedad se aprovecha de ese cansancio.