ay gestos que cambian más que un producto caro. Tener una piel sana no empieza en una tienda de cosméticos, sino en un hábito cotidiano que muchas veces pasamos por alto. No hay que buscar soluciones milagrosas, sino prestar atención a lo que hacemos cada mañana, incluso antes del café.
Algo tan simple como el agua fría puede transformar tu rostro. Sí, así de básico. Al aplicarla, despiertas la circulación, cierras los poros y ayudas a que tu piel se sienta firme. No necesitas nada más. Si conviertes esto en una costumbre diaria, en pocos días vas a notar cómo la piel sana se hace visible: luminosa, más tersa, más viva.
9Respirar aire y desconectar: lo que también rejuvenece

Vivimos pegados a una pantalla. Y eso, aunque no lo notes ahora, va dejando huella. La luz azul, la postura, la falta de movimiento afectan a todo el cuerpo, también al rostro. Una piel sana necesita aire, necesita movimiento, necesita contacto con el mundo real.
Salir a caminar, dejar el móvil, respirar profundo… eso también es cuidado. No se puede vivir encerrado y esperar tener buena piel. Aunque vivas en ciudad, siempre hay un lugar para reconectar con lo esencial. La piel sana no viene solo de lo que aplicas. Tambén de lo que respiras.