ay gestos que cambian más que un producto caro. Tener una piel sana no empieza en una tienda de cosméticos, sino en un hábito cotidiano que muchas veces pasamos por alto. No hay que buscar soluciones milagrosas, sino prestar atención a lo que hacemos cada mañana, incluso antes del café.
Algo tan simple como el agua fría puede transformar tu rostro. Sí, así de básico. Al aplicarla, despiertas la circulación, cierras los poros y ayudas a que tu piel se sienta firme. No necesitas nada más. Si conviertes esto en una costumbre diaria, en pocos días vas a notar cómo la piel sana se hace visible: luminosa, más tersa, más viva.
3Dormir bien no es opcional si quieres cuidarte

Muchas veces subestimamos el sueño. Pero el descanso es la gran medicina gratuita para el cuerpo y también para el rostro. Durante la noche, tu piel se repara, se regenera, se renueva. Si no duermes bien, eso se refleja: la piel sana se apaga, se reseca, pierde vitalidad.
Dormir profundo al menos siete horas es una forma de autocuidado. Tu piel lo nota, incluso cuando tú no. Si duermes bien, amaneces con mejor tono, menos ojeras, más energía. Y esa energía se nota en la expresión. Una piel sana muchas veces es una piel bien descansada.