ay gestos que cambian más que un producto caro. Tener una piel sana no empieza en una tienda de cosméticos, sino en un hábito cotidiano que muchas veces pasamos por alto. No hay que buscar soluciones milagrosas, sino prestar atención a lo que hacemos cada mañana, incluso antes del café.
Algo tan simple como el agua fría puede transformar tu rostro. Sí, así de básico. Al aplicarla, despiertas la circulación, cierras los poros y ayudas a que tu piel se sienta firme. No necesitas nada más. Si conviertes esto en una costumbre diaria, en pocos días vas a notar cómo la piel sana se hace visible: luminosa, más tersa, más viva.
2Lo que comes se nota en lo que reflejas

El rostro es un espejo de lo que pasa dentro del cuerpo. Comer bien no solo es bueno para la salud, también para la piel. Cuando eliges alimentos vivos, frescos, coloridos, estás alimentando tu piel sana desde dentro. No se trata de hacer dietas, sino de darle a tu cuerpo lo que necesita…
Frutas, vegetales, agua y grasas saludables nutren más que cualquier crema. Si mantienes una alimentación equilibrada, tu piel lo agradece. Porque una piel sana empieza por dentro. Y eso, aunque no lo veas de inmediato, lo notas a largo plazo, cuando todo encaja y el espejo te sonríe.