En el interior de Valle Salvaje, las sombras de lo no revelado se han ido extendiendo como raíces malas, aunque eso está a punto de terminar. A medida que la guerra entre Victoria y Mercedes avanza hacia un punto de no retorno, otra batalla -menos chistosa, pero igualmente inquietante- tiene lugar entre las paredes de la Casa Grande.
José Luis, el duque, se enfrenta a un dilema que podría transformar todo el futuro de su estirpe: la presencia de Raimunda, una mujer cuyo pasado entrelazado con el suyo podría hacer aflorar secretos muy escondidos. Pero en este valle, donde la lealtad va y viene como el viento, nadie es completamente inocente.
1UNA CONFESIÓN PELIGROSA

José Luis lleva años en silencio en Valle Salvaje. De hecho, ha guardado silencio tanto tiempo que ahora las palabras se le escapan entre las manos como agua. Cuando llega el momento de confesar ante Atanasio que conoce a Raimunda, no solo está comunicando que le une un vínculo oculto; está entregando una pieza clave del tablero de poder. El poder que tiene el secretario al descubrir una de las debilidades de José Luis es imperturbable: por eso le hace una oferta al duque que representa la única solución, mientras esconde la trampa camuflada como una salvación.
Atanasio sabe que la verdad sobre Raimunda es la espada de Damocles a merced del duque. Él sabe que si el duque se deja seducir por sus sugerencias puede ganar tiempo. Por el contrario, también sabe que puede llegar a depender de sus sugerencias. ¿Hasta qué punto está dispuesto a llegar José Luis en defensa de su legado? Mientras tanto, Raimunda, sintiéndose abandonada por su propio hijo, empieza a dudar de todo lo que ha hecho para llegar hasta ahí. El rencor que le devoraba el alma ha sentido que se convertía en una determinación fría, calculadora y calculadora.
Matilde no deja de ser astuta ante el cambio que percibe en Atanasio. Cuando espera que ella le ofrezca comprensión a través de una nueva confesión, no se deja engañar tan fácilmente. «¿Y por qué ahora?», se pregunta al oír esas palabras preparadas hasta el detalle. En un contexto donde cada gesto se convierte en mensaje, el silencio también dicta advertencias, y la astucia astuta de Atanasio puede jugar al estratega, pero hay líneas que tienen el inconveniente de una vez cruzadas ya no hay vuelta.