Todos hemos sufrido alguna vez ese latigazo inesperado en mitad de la noche, un dolor agudo que nos despierta de golpe y nos deja la pierna o el pie agarrotado. Esos molestos calambres nocturnos son una faena, un intruso que perturba nuestro descanso y nos deja con una sensación de tensión muscular que puede durar horas. Buscamos soluciones rápidas, a veces recurriendo a estiramientos forzados o incluso a fármacos, sin saber que la respuesta podría estar en algo tan sencillo y natural como un mineral esencial que nuestro cuerpo necesita desesperadamente para funcionar correctamente, especialmente cuando cae el sol y los músculos deberían relajarse.
Hablamos del magnesio, un nutriente vital que interviene en cientos de procesos bioquímicos en nuestro organismo, siendo uno de los más importantes la regulación de la función muscular y nerviosa. A menudo subestimado, este mineral actúa como un relajante natural para las fibras musculares, ayudando a prevenir esas contracciones involuntarias y dolorosas que conocemos como calambres. La buena noticia es que no hace falta recurrir a complejos tratamientos; el magnesio se encuentra abundantemente en alimentos tan cotidianos y apetecibles como los frutos secos, las legumbres o incluso una onza de buen chocolate negro, demostrando que cuidar de nuestros músculos puede ser, además de saludable, un placer para el paladar.
1¿QUÉ SON ESOS LATIGAZOS EN LA NOCHE? ENTENDIENDO LOS CALAMBRES

Los calambres musculares nocturnos son, en esencia, contracciones súbitas e involuntarias de uno o más músculos que ocurren mientras dormimos o estamos en reposo. Este fenómeno, aunque generalmente inofensivo, puede ser extremadamente doloroso e interrumpir significativamente la calidad del sueño, afectando principalmente a los músculos de las pantorrillas, los pies y, en menor medida, los muslos. La sensación es inconfundible: el músculo se tensa de forma violenta, se siente duro al tacto y el dolor puede variar desde una molestia intensa hasta una agonía que nos obliga a movernos o masajear la zona afectada para aliviarlo.
Aunque la causa exacta de los calambres nocturnos no siempre está clara, se barajan diversas hipótesis que van más allá de la simple falta de un nutriente específico. Factores como la deshidratación, el ejercicio intenso realizado horas antes de acostarse, mantener una postura forzada durante mucho tiempo, ciertos medicamentos o incluso algunas condiciones médicas subyacentes pueden contribuir a su aparición. Sin embargo, un denominador común en muchos casos parece ser un desequilibrio electrolítico o una alteración en la comunicación entre nervios y músculos, un terreno donde ciertos minerales, como veremos, juegan un papel protagonista en la prevención de estos episodios tan desagradables.