Repostar el coche es una de esas rutinas casi automáticas para millones de conductores en España, un trámite necesario que a menudo realizamos con la mente puesta en mil cosas distintas, menos en el propio acto de llenar el depósito. Sin embargo, la OCU alerta sobre una práctica descuidada, pero sorprendentemente común, que podría estar engordando la factura final sin que apenas nos demos cuenta: no verificar que el contador del surtidor marca ceros antes de empezar a servirnos el combustible. Puede parecer un detalle menor, una minucia en medio del ajetreo diario, pero este pequeño olvido es una puerta abierta a pagar por aire o, mejor dicho, por gasolina o diésel que nunca llegará a nuestro vehículo.
La advertencia lanzada por la Organización de Consumidores y Usuarios no es baladí y merece una reflexión pausada por parte de todos los que nos ponemos al volante. Vivimos tiempos en los que cada céntimo cuenta y el precio de los carburantes, siempre fluctuante y a menudo doloroso para el bolsillo, nos obliga a estar más atentos que nunca. Ignorar este simple chequeo previo, ese vistazo rápido al luminoso panel del surtidor, es regalar dinero de forma innecesaria, una cantidad que, aunque pequeña en cada repostaje individual, puede convertirse en una suma considerable a lo largo del año. La picaresca, o simplemente el error humano, puede jugar en nuestra contra si bajamos la guardia en un gesto que debería ser tan instintivo como quitar el tapón del depósito.
5CONVERTIR LA VIGILANCIA EN HÁBITO: PEQUEÑOS GESTOS, GRANDES DIFERENCIAS

La clave para no caer en esta ni en otras trampas similares reside en incorporar la vigilancia como parte intrínseca de nuestros actos cotidianos de consumo. Así como comprobamos el cambio al pagar en efectivo o nos aseguramos de cerrar bien el coche, verificar el contador del surtidor debería ser un acto reflejo. Es un pequeño gesto que apenas consume tiempo pero que tiene un impacto directo en nuestra economía personal. La OCU constantemente recuerda que un consumidor informado y atento es el mejor garante contra los abusos y los errores, transformando la rutina en una oportunidad para ejercer nuestro poder de elección y control.
No se trata de vivir en un estado de sospecha permanente, sino de aplicar una dosis razonable de precaución en transacciones que, por su frecuencia y naturaleza, son propensas a pequeños desajustes o descuidos que siempre acaban pagando los mismos. El ahorro acumulado al evitar estas pequeñas fugas, sumado a la satisfacción de saber que estamos pagando exactamente por lo que recibimos, bien vale ese mínimo esfuerzo de atención. Seguir las recomendaciones de entidades como la OCU, y aplicar ese sentido crítico en nuestro día a día, nos convierte en actores más conscientes y menos vulnerables en el complejo escenario del consumo actual.