El gesto puede parecer inofensivo, casi automático en mañanas gélidas o cuando bajamos «un momentito» a recoger algo. Dejar el coche en marcha mientras nos ausentamos, aunque sea por un instante, es una costumbre más extendida de lo que parece en nuestras calles y carreteras. Sin embargo, lo que muchos conductores perciben como una comodidad trivial o una necesidad pasajera, es en realidad una práctica que la Dirección General de Tráfico (DGT) vigila de cerca, y por buenas razones que van mucho más allá del simple capricho normativo. Esa comodidad aparente esconde riesgos significativos y puede salirnos bastante cara, convirtiendo esos «cinco minutos» en un problema considerable tanto para nuestro bolsillo como para la seguridad colectiva.
Esta acción, tan integrada en la rutina de algunos, choca frontalmente con la normativa vigente y con el sentido común más elemental en materia de seguridad vial. No se trata únicamente de una posible sanción económica, que ya de por sí debería ser disuasoria, sino de una serie de peligros potenciales que a menudo se subestiman o directamente se ignoran. Desde el riesgo evidente de robo hasta la posibilidad de que el vehículo se desplace sin control, pasando por el impacto medioambiental innecesario, las razones para apagar el motor cada vez que abandonamos el habitáculo son numerosas y contundentes. Es hora de analizar por qué esta mala costumbre debe erradicarse por completo.
5LA LEY ES CLARA, EL SENTIDO COMÚN TAMBIÉN: APAGA Y EVITA PROBLEMAS

La normativa de tráfico, gestionada y actualizada por la DGT
, no deja lugar a interpretaciones dudosas en este punto: el motor debe apagarse siempre que el conductor abandone el puesto de conducción, por breve que sea la ausencia. Es una regla simple, fácil de recordar y, sobre todo, tremendamente útil para prevenir una amalgama de problemas que van desde una multa evitable hasta accidentes graves o robos. Ignorarla bajo la excusa de la prisa, la comodidad o las condiciones meteorológicas es asumir un riesgo innecesario y, francamente, poco inteligente. La DGT
establece estas normas por la seguridad de todos.
En definitiva, apagar el motor al bajar del coche no es una opción, sino una obligación dictada tanto por la ley como por la prudencia más elemental. Cuesta apenas unos segundos, evita sanciones económicas, disuade a los ladrones, previene accidentes potencialmente trágicos y contribuye a un entorno más saludable. Es uno de esos hábitos sencillos que marcan la diferencia entre un conductor responsable y uno negligente. La próxima vez que la tentación de dejar el coche «un momentito» con el motor en marcha aparezca, recordemos las posibles consecuencias y actuemos con sensatez, una cualidad indispensable al volante que la DGT
siempre intenta fomentar. La DGT
confía en la responsabilidad individual para una circulación más segura.