El gesto puede parecer inofensivo, casi automático en mañanas gélidas o cuando bajamos «un momentito» a recoger algo. Dejar el coche en marcha mientras nos ausentamos, aunque sea por un instante, es una costumbre más extendida de lo que parece en nuestras calles y carreteras. Sin embargo, lo que muchos conductores perciben como una comodidad trivial o una necesidad pasajera, es en realidad una práctica que la Dirección General de Tráfico (DGT) vigila de cerca, y por buenas razones que van mucho más allá del simple capricho normativo. Esa comodidad aparente esconde riesgos significativos y puede salirnos bastante cara, convirtiendo esos «cinco minutos» en un problema considerable tanto para nuestro bolsillo como para la seguridad colectiva.
Esta acción, tan integrada en la rutina de algunos, choca frontalmente con la normativa vigente y con el sentido común más elemental en materia de seguridad vial. No se trata únicamente de una posible sanción económica, que ya de por sí debería ser disuasoria, sino de una serie de peligros potenciales que a menudo se subestiman o directamente se ignoran. Desde el riesgo evidente de robo hasta la posibilidad de que el vehículo se desplace sin control, pasando por el impacto medioambiental innecesario, las razones para apagar el motor cada vez que abandonamos el habitáculo son numerosas y contundentes. Es hora de analizar por qué esta mala costumbre debe erradicarse por completo.
4HUMO INNECESARIO: EL COSTE AMBIENTAL DE LA COMODIDAD MOMENTÁNEA

En una época de creciente conciencia medioambiental y restricciones al tráfico en muchas ciudades para combatir la polución, dejar el motor al ralentí sin necesidad es un contrasentido ecológico. Un coche parado pero en marcha sigue consumiendo combustible y, lo que es más importante, sigue emitiendo gases contaminantes a la atmósfera, como dióxido de carbono (CO2), óxidos de nitrógeno (NOx) y partículas finas. Estas emisiones, contribuyen directamente al empeoramiento de la calidad del aire que respiramos, especialmente en entornos urbanos donde la concentración de vehículos es mayor. Es una contribución pequeña pero constante a un problema global.
Aunque la sanción de 100 euros que impone la DGT
por esta infracción se enmarca principalmente en la seguridad vial, no podemos obviar este componente ambiental. Cada gesto cuenta en la lucha contra la contaminación, y apagar el motor cuando no estamos circulando es una medida sencilla y eficaz para reducir nuestra huella ecológica personal. Contribuir a un aire más limpio es también una responsabilidad cívica, y evitar el ralentí innecesario es una forma fácil de hacerlo, alineándose con las directrices más amplias sobre sostenibilidad que, indirectamente, también promueve la DGT
al gestionar la movilidad. La DGT
también vela por una movilidad más sostenible.