El imaginario popular suele señalar con dedo acusador a ciertos alimentos cuando se habla de dolencias como la hiperuricemia. Pensamos casi instintivamente en copiosas comidas ricas en carnes rojas o mariscos, esos festines que asociamos a excesos y que, ciertamente, tienen su cuota de responsabilidad en el aumento del ácido úrico. Sin embargo, existe un ‘enemigo’ mucho más cotidiano y socialmente aceptado que encabeza la lista negra para quienes sufren de gota, un adversario disfrazado de refrescante y popular bebida que a menudo pasa desapercibido en las recomendaciones dietéticas más superficiales.
La sorpresa para muchos llega al descubrir que no es un manjar sólido, sino líquido, el principal responsable de desencadenar esos dolorosos ataques que incapacitan las articulaciones. Hablamos de la cerveza, esa compañera inseparable de terrazas y aperitivos que, bajo su apariencia inocente, esconde una combinación particularmente perjudicial para los niveles de ácido úrico. Su doble impacto, aportando una cantidad significativa de purinas y dificultando su eliminación, la convierte en un factor de riesgo de primer orden, superando incluso a los sospechosos habituales en la dieta de quienes padecen esta condición metabólica.
3EL DOBLE FILO: DESHIDRATACIÓN Y CONCENTRACIÓN DE ÁCIDO ÚRICO

Más allá del aporte directo de purinas, la cerveza ejerce otro efecto pernicioso sobre el equilibrio del ácido úrico en nuestro organismo: su conocido efecto diurético. El alcohol presente en la cerveza inhibe la hormona antidiurética (ADH), lo que provoca que nuestros riñones liberen más agua de la habitual, llevándonos a orinar con mayor frecuencia y, si no se compensa adecuadamente, a un estado de deshidratación relativa. Este fenómeno es bien conocido por cualquiera que haya experimentado la sed característica tras una noche de cañas.
Esta deshidratación inducida por el alcohol tiene una consecuencia directa y muy negativa para quienes sufren de gota. Al reducirse el volumen de líquido en el torrente sanguíneo, la concentración de ácido úrico aumenta automáticamente, facilitando que este alcance el punto de saturación y precipite en forma de cristales de urato monosódico en las articulaciones y tejidos blandos. Por lo tanto, la cerveza no solo aporta ‘materia prima’ para fabricar ácido úrico, sino que también crea las condiciones idóneas para que este cristalice y cause problemas.