El imaginario popular suele señalar con dedo acusador a ciertos alimentos cuando se habla de dolencias como la hiperuricemia. Pensamos casi instintivamente en copiosas comidas ricas en carnes rojas o mariscos, esos festines que asociamos a excesos y que, ciertamente, tienen su cuota de responsabilidad en el aumento del ácido úrico. Sin embargo, existe un ‘enemigo’ mucho más cotidiano y socialmente aceptado que encabeza la lista negra para quienes sufren de gota, un adversario disfrazado de refrescante y popular bebida que a menudo pasa desapercibido en las recomendaciones dietéticas más superficiales.
La sorpresa para muchos llega al descubrir que no es un manjar sólido, sino líquido, el principal responsable de desencadenar esos dolorosos ataques que incapacitan las articulaciones. Hablamos de la cerveza, esa compañera inseparable de terrazas y aperitivos que, bajo su apariencia inocente, esconde una combinación particularmente perjudicial para los niveles de ácido úrico. Su doble impacto, aportando una cantidad significativa de purinas y dificultando su eliminación, la convierte en un factor de riesgo de primer orden, superando incluso a los sospechosos habituales en la dieta de quienes padecen esta condición metabólica.
2PURINAS: EL INGREDIENTE OCULTO QUE DESATA LA TORMENTA

Las purinas son compuestos orgánicos esenciales que forman parte de nuestro ADN y ARN, y también se encuentran en muchos alimentos. Cuando nuestro cuerpo las metaboliza, el producto final de desecho es el ácido úrico, una sustancia que normalmente se disuelve en la sangre y se elimina a través de los riñones. El problema surge cuando hay un exceso de producción o una dificultad en la eliminación, lo que provoca que el ácido úrico se acumule y cristalice en las articulaciones, causando la inflamación y el dolor característicos de un ataque de gota.
La cerveza es especialmente rica en dos tipos de purinas: la adenina y, sobre todo, la guanosina, procedentes en gran medida de la levadura utilizada en su proceso de fermentación. Diversos estudios sugieren que la guanosina se convierte en ácido úrico de forma más eficiente que otras purinas, lo que significa que incluso cantidades moderadas de cerveza pueden elevar significativamente los niveles de ácido úrico en sangre. Este factor, combinado con el volumen que se suele consumir, explica por qué la cerveza tiene un impacto tan desproporcionado en el riesgo de padecer gota.