Esa sensación persistente de hinchazón, esa pesadez abdominal que no parece corresponderse con lo que marca la báscula ni con los esfuerzos por mantener una dieta equilibrada, es una queja cada vez más común en la consulta del médico y en las conversaciones cotidianas. Muchos lo achacan directamente al exceso de grasa corporal o a esos kilos de más que se resisten a desaparecer, sin embargo, la causa podría ser mucho más sigilosa y encontrarse oculta en ingredientes que consumimos a diario, a menudo sin ser conscientes de su impacto real en nuestro organismo. Es hora de mirar más allá del espejo y adentrarnos en las complejidades de nuestra cesta de la compra y nuestra despensa.
La realidad es que ciertos componentes habituales en la alimentación moderna, lejos de contribuir directamente al aumento de peso visible, están generando una inflamación interna, un estado de irritación silenciosa que se manifiesta externamente con síntomas como la hinchazón, el malestar digestivo e incluso una sensación general de fatiga o falta de energía. El foco de atención se desvía así de la cantidad para centrarse en la calidad de lo que ingerimos, señalando directamente a unos sospechosos habituales presentes en multitud de productos procesados y en muchas cocinas: los aceites vegetales refinados, como los de girasol o maíz, cuyo impacto va mucho más allá de las calorías que aportan.
5PEQUEÑOS CAMBIOS, GRANDES RESULTADOS: CÓMO REEMPLAZAR LOS ACEITES REFINADOS EN TU COCINA

Realizar el cambio de aceites vegetales refinados a opciones más saludables no tiene por qué ser complicado ni drástico, sino que puede implementarse gradualmente mediante pequeños gestos conscientes en el día a día. El primer paso es convertirse en un lector atento de etiquetas; te sorprenderá descubrir la cantidad de productos procesados, incluso aquellos que se anuncian como saludables, que contienen aceite de girasol, maíz o soja entre sus ingredientes principales. Priorizar alimentos frescos y mínimamente procesados es la forma más segura de evitar el consumo oculto de estos aceites proinflamatorios. Reducir esta grasa específica es clave.
En la cocina diaria, la sustitución es sencilla: utiliza AOVE para aliñar ensaladas, para saltear verduras a fuego medio o para terminar platos. Para cocinar a temperaturas más altas, el aceite de coco virgen o el aceite de aguacate son excelentes opciones por su estabilidad. Incluso en repostería casera se pueden buscar alternativas como el propio AOVE suave, el aceite de coco o puré de aguacate en lugar de los aceites refinados habituales. Estos cambios, aunque parezcan menores, pueden marcar una diferencia significativa en la reducción de la inflamación interna y, por ende, en la disminución de esa molesta hinchazón y pesadez, mejorando tu calidad de vida sin obsesionarte únicamente con la grasa total o los kilos. La calidad de la grasa importa más que la cantidad total de grasa en muchos casos. Saber qué tipo de grasa consumir es fundamental.