martes, 17 junio 2025

No es grasa ni kilos de más: este ingrediente te está hinchando por dentro

Esa sensación persistente de hinchazón, esa pesadez abdominal que no parece corresponderse con lo que marca la báscula ni con los esfuerzos por mantener una dieta equilibrada, es una queja cada vez más común en la consulta del médico y en las conversaciones cotidianas. Muchos lo achacan directamente al exceso de grasa corporal o a esos kilos de más que se resisten a desaparecer, sin embargo, la causa podría ser mucho más sigilosa y encontrarse oculta en ingredientes que consumimos a diario, a menudo sin ser conscientes de su impacto real en nuestro organismo. Es hora de mirar más allá del espejo y adentrarnos en las complejidades de nuestra cesta de la compra y nuestra despensa.

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La realidad es que ciertos componentes habituales en la alimentación moderna, lejos de contribuir directamente al aumento de peso visible, están generando una inflamación interna, un estado de irritación silenciosa que se manifiesta externamente con síntomas como la hinchazón, el malestar digestivo e incluso una sensación general de fatiga o falta de energía. El foco de atención se desvía así de la cantidad para centrarse en la calidad de lo que ingerimos, señalando directamente a unos sospechosos habituales presentes en multitud de productos procesados y en muchas cocinas: los aceites vegetales refinados, como los de girasol o maíz, cuyo impacto va mucho más allá de las calorías que aportan.

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¿POR QUÉ GIRASOL Y MAÍZ? LA VERDAD SOBRE LOS ACEITES MÁS COMUNES

Fuente Freepik

Los aceites de girasol y maíz se han popularizado enormemente en las últimas décadas, convirtiéndose en los aceites de referencia en muchas cocinas domésticas y, sobre todo, en la industria alimentaria y la restauración por su ya mencionado bajo coste y versatilidad. Se promocionaron en su día como alternativas «saludables» a las grasas saturadas, pero esta visión ha sido ampliamente matizada por la ciencia actual. Su principal problema reside en su altísimo contenido en ácido linoleico, un ácido graso omega-6, que si bien es esencial, consumido en las cantidades desproporcionadas que caracterizan la dieta occidental moderna, promueve la inflamación.

La proporción ideal entre omega-6 y omega-3 debería rondar el 1:1 o hasta 4:1, pero en las dietas actuales, debido al abuso de estos aceites refinados y de productos que los contienen, esta proporción puede dispararse hasta 15:1 o incluso 20:1. Este enorme desequilibrio es un factor clave en la epidemia de inflamación crónica que afecta a gran parte de la población, contribuyendo a problemas que van mucho más allá de la simple acumulación de grasa. Sustituir estos aceites por opciones más equilibradas y menos procesadas es un paso fundamental para reconducir nuestra salud hacia un estado menos inflamatorio y más saludable, aliviando síntomas como la persistente hinchazón abdominal. La gestión de la grasa dietética es compleja.


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