Por lo general, cuando una persona intenta hackear un sistema o dispositivo en particular lo hace con el propósito de apoderarse de la información personal y bancaria de otro individuo o entidad, o directamente para robar dinero. Sin embargo, hay algunos casos excepcionales en los que esta clase de sujetos malintencionados llevan a cabo ciberataques impulsados por razones incluso más condenables que las anteriormente mencionadas, tal y como ha sucedido con Jesse Kipf.

Kipf, ciudadano estadounidense, acaba de recibir una condena ejemplar por fraude informático y usurpación de identidad con agravantes, después de haber revelado el motivo que lo llevó a hackear la base de datos del sistema estatal para su beneficio particular. Como era de esperar, la razón principal detrás de esta forma de actuar guarda una relación directa con el dinero, aunque en este caso, no específicamente con el robo del mismo.