En una creciente ola de preocupación por la salud pública y el cuidado del medioambiente, la creosota, una sustancia química utilizada tradicionalmente para tratar la madera en postes de electricidad y telecomunicaciones, se encuentra en el punto de mira. A pesar de las prohibiciones en varios países europeos, en España su uso aún está permitido en exteriores, generando un debate sobre la necesidad de buscar alternativas más seguras.
La creosota, conocida por su capacidad para proteger la madera de insectos, hongos y la putrefacción, ha sido también señalada por sus efectos perjudiciales para la salud humana y el medio ambiente. Está compuesta por numerosos productos químicos, algunos de ellos carcinógenos, cuya exposición a largo plazo está vinculada a un aumento en el riesgo de cáncer, problemas respiratorios y otros efectos adversos.
Además, su impacto ambiental no es menor. El uso de la creosota en exteriores conlleva el riesgo de filtraciones al suelo y al agua, contaminando los ecosistemas y poniendo en peligro la biodiversidad. Esta contaminación, de difícil reversión, amenaza con tener consecuencias importantes para las generaciones futuras.
Ante esta situación, los expertos están apremiando a los gobiernos a adoptar medidas más estrictas en esta materia. Mientras países como Alemania, Bélgica, Francia y Portugal ya han prohibido el uso de la creosota en exteriores, siguiendo las directrices de la Comisión Europea a través del Reglamento REACH, España aún no ha tomado medidas concretas en este sentido.
La necesidad de reevaluar el uso de la creosota y explorar alternativas más seguras es evidente. Ya existen alternativas viables a la madera creosotada para este tipo de infraestructuras. Estos materiales innovadores no solo ofrecen una buena resistencia, sino que también presentan una huella ambiental significativamente menor. La adopción de estas alternativas es un paso crucial hacia la construcción de unas infraestructuras sostenibles.
Esta llamada a la acción no solo busca proteger la salud pública y el medio ambiente, sino también alinear a España con las iniciativas de otros países europeos en el camino hacia prácticas más responsables y sostenibles. La urgencia de encontrar soluciones que eliminen el uso de sustancias tóxicas como la creosota es clara, y la respuesta legislativa a esta problemática será crucial en los próximos años.