Las falsificaciones de marcas como Nike, Louis Vuitton, Loewe y Adidas, entre otras, representan un problema para las empresas productoras y comercializadoras de estas firmas que ven como esas imitaciones se traducen en pérdidas y no solo monetarias, es decir, entramos en un problema de reputación. Según datos del Ministerio del Interior de 2023, las fuerzas y cuerpos de seguridad intervinieron más de 2,6 millones de falsificaciones en el último año, que habrían alcanzado en el mercado un valor aproximado de 121 millones de euros.
En el actual contexto de crisis y realineación del orden comercial mundial, los defraudadores encuentran incentivos y cada vez disponen de más recursos para poner en nuestras manos productos fraudulentos procedentes del comercio ilícito, ya sea mediante el engaño, o en algunos casos, con nuestra relajada connivencia.
ARMAS PARA COMBATIR LAS FALSIFICACIONES
Los regímenes de distribución y trámite de las licencias de importación, las gravosas normas reglamentarias sobre productos y la falta de normas uniformes en materia de comercio tienden a crear oportunidades para que los delincuentes se dediquen al comercio ilegal. Y, aunque la apertura del comercio es, en sí misma, una de las armas más importantes para combatir este tráfico ilegal, la debida aplicación de los controles, las normas y los reglamentos en frontera, seguirá siendo necesaria.
EL PROBLEMA ECONÓMICO DE LAS FALSIFICACIONES
En efecto, el documento ‘Global Terrorism Index’ (Índice Global de Terrorismo), realizado anualmente por el Instituto para la Economía y la Paz, explica las razones que han convertido la falsificación en una amenaza. Es difícil rastrear una falsificación y hay que explicar que las sanciones son poco severas. De este modo, las falsificaciones son actualmente la segunda mayor fuente de ingresos criminales en el mundo, por lo que las redes terroristas se han volcado en la supervisión de la fabricación y distribución de falsificaciones. El narcotráfico les proporciona unas ganancias el 200%, mientras que la falsificación les puede generar un rendimiento neto del 2.000%.
En lo que a la concienciación y consumo de productos falsificados se refiere, un reciente estudio publicado por la EUIPO señala que la mayor parte de los europeos son conscientes de los negativos efectos de los productos no lícitos en la economía, la salud y la seguridad. Actualmente, en España las pérdidas directas de ventas por falsificaciones es de 5.700 millones de euros y las pérdidas de puestos de trabajo ascienden a 44.700 empleos. Si nos centramos en los datos de Europa, las pérdidas directas de ventas son de 50.000 millones de euros al año y la pérdida de puestos de empleo 416.000 trabajos.
EL CONSUMO DE PRODUCTOS FALSIFICADOS ENTRE LOS JÓVENES ESPAÑOLES ES UNA REALIDAD QUE NO PARA DE AUMENTAR EN LOS ÚLTIMOS AÑOS
Las empresas pierden unos 28.419 millones de euros de ingresos al año debido a la presencia de artículos de confección, calzado y accesorios falsificados en el mercado de la Unión Europea, lo que corresponde al 9,7% de las ventas del sector. Estas ventas no materializadas se traducen en la pérdida directa de unos 363.000 puestos de trabajo. En esta cifra, sin embargo, no se tiene en cuenta el efecto de las importaciones, ya que en estos casos la repercusión asociada sobre el empleo se produce fuera de la Unión Europea.
En este contexto, las marcas americanas son las que más captan la atención de los delincuentes y de aquellos que intentan beneficiarse del éxito de marcas ajenas. Según los datos de las incautaciones de aduaneras que maneja EUIPO, las marcas que más sufren la violación de sus derechos de propiedad intelectual proceden en su mayor parte de Estados Unidos, que destaca como la economía más perjudicada, así como de Francia, Alemania e Italia.
EL COMERCIO ILÍCITO TIENE IMPACTO SOCIAL Y REPUTACIONAL
España es considerada una de las grandes perjudicadas en este sector porque se calcula que las falsificaciones menoscaban un 16% de las ventas, lo que corresponde a 2.200 millones de euros de ventas al año. El comercio de mercancías falsificadas puede ocasionar un aumento de los niveles de corrupción y un incremento de los presupuestos dedicados a seguridad ciudadana, puede poner en peligro la seguridad y la salud pública, plantear problemas sociales y medioambientales y vulnerar así el derecho penal o administrativo como en los casos de evasión fiscal y aduanera o de fraude.
A día de hoy, sigue siendo relevante la falsificación y el fraude en los alimentos. Hablamos de un peligro para consumidores y pérdida económica y de confianza en las empresas y el sistema, es decir, autoridades. Fuentes de la FIAB explican que «El líquido es mucho más fácil de falsificar que un sólido. Hay sectores que son mucho más vulnerables como la miel. En la alimentación es muy común el fraude en el etiquetado».
A LA INDUSTRIA ALIMENTARIA EL FRAUDE Y LAS FALSIFICACIONES LE CUESTAN A LA INDUSTRIA DECENAS DE MILES DE MILLONES DE DÓLARES CADA AÑO
Del mismo modo que con los alimentos y el vino, los medicamentos y la cosmética adulterada pueden conllevar riesgos para la salud inasumibles. Por muy graves que los perjuicios económicos puedan resultar, los daños ocasionados a la salud pública, a la seguridad de los consumidores y al medioambiente que acompañan a los productos falsificados son una consecuencia aún más negativa. Ante esto, los productos de perfumería, cosmética, prendas de vestir, juguetes, recambios de automóviles y productos farmacéuticos son las falsificaciones que más comúnmente exponen al consumidor a tales riesgos.
Sin embargo, a pesar de todas las consecuencias perjudiciales que conllevan las falsificaciones, el problema de fondo no es que los falsificadores dispongan cada vez de más medios y recursos para presentar sus fraudulentos productos, sino que los ciudadanos siguen consumiéndolos.
Si nos centramos en el impacto reputacional, la reputación y la imagen de una marca o empresa, es uno de los intangibles más importantes y valiosos. Sin embargo, los factores externos como las falsificaciones son altamente perjudiciales, ya utilizan materiales de peor calidad y que no cumplen con la regulación vigente sobre protección sanitaria, entre otras. El riesgo reputacional puede presentarse de manera inesperada, acabando con la confianza ganada entre consumidores y otras empresas, y afectando de manera negativa al funcionamiento normal de la marca, haciendo que pierda valor, e incluso algunas veces poniendo en riesgo la continuidad de dicha marca.
Para controlar este riesgo, las empresas se ven obligadas a implementar servicios de protección de marca y encomendarse a sus análisis y encuestas de percepción, así como a informes periciales que, mediante el análisis masivo de datos, pueden acreditar el impacto reputacional a través de la cuantificación económica de los impactos en medios y redes sociales. Por tanto, hay que proteger tanto a las marcas como a sus usuarios que son sin duda algunos de los desafíos que las firmas tienen que abordar.
En este contexto, la mejor defensa contra este peligro se encuentra en la colaboración entre instituciones para mejorar permanentemente el marco legislativo y práctico de las marcas en España, y en la difusión adecuada del impacto real que tienen las marcas en la economía, el empleo, la innovación, el comercio, la seguridad y la salud del consumidor