Nacho Cardero: «Los 50.000 suscriptores El Confidencial son nuestro principal anunciante»

«No es un ensayo, no es una novela basada en hechos reales, no es un diario y tampoco una autobiografía. Y, sin embargo, tiene algo de todo lo anterior», escribe sobre ‘Aquello que dábamos con bueno’ su autor, Nacho Cardero.

EL CONFIDENCIAL Y SU DIRECTOR, NACHO CARDERO

El director de El Confidencial ha exprimido el tiempo para hacer malabares con redacción, familia y este libro que nos invita a conocer a los lectores de MERCA2 tras escaparse de una reunión, suponemos que marcada por informaciones sobre negociaciones de investidura, ruido callejero antigubernamental y un sinfín de derivadas a la amnistía que se cocina:

¿Qué van a encontrar los lectores del libro?

He pretendido que se sientan reflejados. En los últimos años la sociedad ha sentido una profunda desazón multifactorial. El libro puede ser advertido como un grito de una generación que tenía algunas columnas de confianza (moralidad, cultura de esfuerzo, democracia liberal…) que, o bien están siendo cuestionadas, o directamente han sido derruidas.

Quiero hacer ver al lector que la sensación que le ha embargado no es individual, sino colectiva.

Habitualmente pareces adoptar un consciente perfil bajo a nivel público. Por eso me llama la atención la exhibición en el libro de una colección de notas apuntadas con el teléfono móvil. ¿Te ha dado pudor desnudarte?

Es verdad que no es habitual en mi forma habitual de proceder. Los castellanos no tenemos costumbre (ríe). Lo cierto es que tenía sentimientos contenidos, pero creo que debía expresarlos en público por el contexto en el que aparecen. La catarsis me ha salido natural. Y me ha tocado abordar asuntos delicados como la muerte de mi padre em pandemia.

¿Cuántas personas murieron con el maldito virus y no pudieron siquiera despedirse de sus seres queridos? Fue una sensación difícilmente descriptible. Mi duelo creo que es colectivo. Y contrasta con el nacimiento de dos hijos.

Ahora que parecen tocados de muerte Dios, y otros valores, tener hijos es uno de los escasos referentes a los que asirnos. Mi duelo individual embrida con la esperanza. Pero antes hay que salir del duelo con tiempo y, sobre todo, abrazándose a la incertidumbre.

Me voy a El Confidencial. ¿Es verdad el mito que perseguía a Anson, Pedrojota y otros directores que decían que vivían en la redacción 24/7?

Soy plenamente consciente que disociar la vida profesional y personal es difícil en este cargo. Hay que entenderlo como una especie de sacerdocio, ya que haces y recibes llamadas desde que amaneces hasta que te acuestas.

Decía antes que difieres de otras líneas de directores más personalistas

Tengo una concepción del cargo anglosajona y no quiero estar todo el día en tertulias ni estimular mi proyección pública a todas las horas. Mi tarea principal está entre bambalinas. Soy un director de orquesta, no el primer violonchelo o el primer violín. Mi función es escuchar.

Hay otros modelos como Nacho Escolar o Pedro J. Ramírez

Ellos además son accionistas de referencia y editores, tienen un rol distinto. Yo me parezco más a Jordi Juan, que dejó las tertulias cuando se convirtió en director de La Vanguardia. Yo ni soy el dueño ni el protagonista. Me centro en dirigir a ‘actores’ para que el resultado se refleje en pantalla.

¿Es difícil mantener El Confidencial en áreas ideológicas templadas?

Llegué muy jovencito al cargo de director (en 2011, con 36 años) y yo me dedico al periodismo, no hago política. Quiero ser un intermediario entre la realidad y los lectores. Entiendo el periódico como un coral colectivo, no como un trabajo individual.

¿Cuál es vuestra línea editorial?

No tenemos. Contamos con firmas que podrían marcar cierto ‘sesgo’ en algunas informaciones, pero la cabecera no tiene línea editorial definida porque contamos con opiniones plurales y una información que intenta acercarse a la objetividad, si existe algo parecido a ella.

Esto no es fácil en un mundo tan polarizado en el que cobran tanta relevancia los extremos. En ocasiones parece que te quedas en tierra de nadie, lo cual parece como menos arriesgado. Pero yo apuesto por la centralidad, que no el centro político. En la centralidad hay menos ruido y existe espacio para el diálogo. Sería mucho más fácil acercarnos al hooliganismo.

Seguramente El Confidencial tendría más suscriptores

Seguro. Pero no vamos nada mal: tenemos 50.000 personas que pagan por leernos, lo que supone el 15% total de los ingresos de nuestra editora. Esto, de facto, convierte a nuestros suscriptores en el principal ‘anunciante’.

Esto te otorga una independencia brutal de cara a informar sobre los Papeles de Panamá, la lista Falciani o el patrimonio de Juan Carlos de Borbón. Nuestro colchón de suscriptores nos proporciona una fortaleza tremenda. Decía Albert Camus que «un país vale lo que vale su prensa». Y yo creo que tenemos que tener periódicos fuertes en España.

En la presentación del libro aparecieron ministros, relevantes cargos de la oposición, importantes editores de la comunicación, grandes empresarios, sindicalistas, escritores de pedigrí… ¿Qué es la influencia?

Es sacar un periódico a las cinco de la mañana, que es la hora a la que sale El Confidencial con sus informaciones exclusivas y análisis, y a la hora de almorzar escuchar a los comensales que te acompañan decir las mismas frases que dice tu periódico, pero asumiéndolas como propias. Ahí te das cuenta de que llegas, que tu mensaje es asimilado y que a muchos lectores tus informaciones y análisis les sirven para desenvolverse en el mundo real.

¿Cómo ves a El Confidencial dentro de cinco años?

El periódico tiene 22 años. Tuvo una primera etapa o década en la que se abrió paso a empujones bajo el timón de Jesús Cacho. En aquella época tuvieron que enseñarle a la gente lo que era el mundo digital.

En la segunda década, El Confidencial se profesionalizó, se orientó hacia el contenido generalista y se nutrió de grandes firmas como José Antonio Zarzalejos, Marta García Aller, Rubén Amón, Ignacio Varela…

Ahora estamos consagrados como gran cabecera, siendo reconocidos en el sector y compitiendo en todos los rankings con las grandes cabeceras de papel (El País, El Mundo…). Por lo cual debemos buscar la excelencia.

Vamos hacia un mundo en el que la Inteligencia Artificial va a ayudar a crear imágenes y vídeos falsos que se difundirán en las redes sociales. La labor de cabeceras como El Confidencial deben dar certeza al lector. Nuestra misión es tener la combinación de la mejor materia prima, la información en texto, vídeo o podcast, y el mejor emplatado (presentación, edición gráfica..).

Creo que vamos por buen camino: estamos creciendo en audiencia e influencia, tenemos la cuenta de resultados saneada y ahora debemos apostar por la excelencia.