¿Quién dijo que no hay humoristas españoles de derechas?

Oficialmente no hay futbolistas gais ni cómicos españoles de derechas, a excepción de humoristas que están de vuelta tipo Paco Arévalo, Felisuco, César Cadaval o Josema Yuste (o fallecidos, es el caso de Mingote, Tip o Arturo Fernández). «Seguro que conozco algún cómico de derechas, aunque no soy muy consciente de ello, ni qué humor puede haber en ese jardín», declaraba hace dos años Silvia Abril.

En realidad, la industria audiovisual española está controlada por cómicos conservadores. Ya lo dice Pedro Almodóvar: «El que se dice apolítico es de derechas». Y por el mismo camino circula el personaje de Aitana Sánchez-Gijón en ‘Madres paralelas’: «Soy apolítica, mi trabajo es gustarle a todo el mundo». 

Ese falso apoliticismo digno de Franco («Haga como yo, no se meta usted en política»), es el que practican algunas de las principales estrellas de la televisión, radio, teatro o cine.

APOLÍTICOS

Estrellas televisivas como Pablo Motos, José Mota, Miki Nadal o Florentino Fernández, cineastas como Santiago Segura, locutores como Juan Carlos Ortega o youtubers como Jordi Wild no tienen ideología conocida, no se sabe si porque las creencias son un asunto personal o por el temor de estos a que su salida del armario ideológico les dañe el bolsillo.

«Se puede no ser de izquierdas pero no se puede parecer de derechas», dice un viejo mantra de nuestra industria audiovisual. Porque lo cierto es que parece que que el panorama es asfixiante en favor de los cómicos progresistas.

David Broncano se mofa de Vox, Ignatius Farray grita «¡Fascismo del bueno!» en los teatros, Ibai Llanos desmantela el argumentario de los youtubers andorranos que huyen de España para no pagar impuestos, ‘El Intermedio’ coge el testigo de los ‘Guiñoles’ para reírse a diario del PP, las presentadoras de ‘Estirando el chicle’ defienden un feminismo combativo, y El Jueves publica monográficos sobre «fachas».

Pero Motos, Mota y compañía también elaboran sus artefactos ideológicos, por mucho que estos se refugien en el costumbrismo o el surrealismo para evitar abordar un análisis de la actualidad que les delataría ideológicamente. 

ACTORES IDEOLÓGICOS

Ya lo dice Pablo Iglesias, «un programa como el de Pablo Motos es mucho más importante que cualquiera de los programas de La Sexta. El target de La Sexta es una audiencia interesada en la información y la política, una audiencia progresista, muy minoritaria frente a las audiencias masivas de programas como el de Motos. Para un líder político, ir a un programa como ‘El Hormiguero’ es la oportunidad de llegar a sectores a los que resulta muy difícil llegar, a través de un dispositivo ideológico mucho más eficaz que los programas informativos: el entretenimiento».

El exvicepresidente del Gobierno asegura que «Motos es un actor ideológico mucho más relevante incluso que figuras como Ana Rosa o Griso. Motos juega en la liga de Jorge Javier Vázquez que, por algo, es la figura con la que cualquier candidato progresista querría retratarse hoy (recuerden a Pedro Sánchez llamando a Sálvame, o a Mónica García presumiendo de foto con él) porque es un actor ideológico progresista que dirige uno de los programas de entretenimiento más influyentes en España».

Julio Somoano, cercano al PP, ya advirtió hace más de una década sobre la guerra ideológica del entretenimiento aparentemente apolítico: «En la serie ‘7 vidas’, la de mayor audiencia de los domingos por la noche durante los últimos años, hay muchos protagonistas que se consideran de izquierdas. El único que dice que es del PP es el frutero: un hombre echado de casa por su mujer que se ha ido con otro, ignorado por sus hijos de los que no se preocupa, repudiado por las mujeres y manifiestamente misógino y xenófobo. El PP no debería dejar pasar estas formas de politizar el entretenimiento en televisión». 

Otro actor ideológico es Movistar Plus+, que en los últimos años ha cancelado los espacios cómicos ligados a la actualidad (‘Late Motiv’ o ‘Locomundo’, en cuyos equipos se denunciaron la censura de la plataforma sobre chistes de Vox o la Casa Real).

La filial de Telefónica tiene legítimo derecho a borrar las huellas televisivas de Prisa, cambiar su estrategia comercial, buscar una comunión ideológica con sus clientes (que pagan la televisión más cara de España) e incluso cargarse el proyecto de Rodrigo Sorogoyen sobre la Guerra Civil porque les da pavor un tema que escuece en los caladeros conservadores.

Pero esto también es un posicionamiento ideológico que ha impulsado shows como el de las anécdotas famosiles que ríe Dani Martínez, feliz mientras en la industria creen que no hay humoristas de derechas cuando lo que abundan son los cómicos cortesanos que temen las consecuencias que sufrieron El Jueves (al que le secuestraron un número por vía judicial en 2007) o el de guionistas como Berni Barrachina, despedido el pasado año de forma improcedente de TVE por hacer un chiste sobre la infanta Leonor. 

Y es que, a excepción de ‘Polònia’ de TV3 o El Jueves, no encontrarán humor sobre Felipe VI, que ha heredado el confortable silencio mediático que disfrutó su padre.