El temor a Meloni agita el fantasma del ‘Italexit’

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La victoria de Giorgia Meloni en las pasadas elecciones generales de Italia ha provocado un terremoto en los mercados financieros. La situación es crítica para un país que escoge gobiernos efímeros y problemáticos desde el estallido de la crisis subprime, hace 14 años. En concreto, la prima de riesgo en Italia se ha disparado un 20% en las últimas jornadas y ronda los 260 puntos básicos. Esta cota no se veía en ese país desde 2019 y vuelve a apuntar a la salida del país trasalpino del euro.

los inversores exigen ya un 4,65% al bono italiano, una presión que sí se muestra demasiado alta en comparación con la crisis de 2008

Pese a que el nivel del riesgo país no es preocupante -se consideran los 700 puntos como nivel de rescate-, los inversores exigen ya un 4,65% al bono italiano, una presión que sí se muestra demasiado alta en comparación con la crisis de 2008, ya que por aquel entonces el bono alemán era considerado bono refugio y apenas ofrecía rentabilidad.

De esta forma, el mercado tiene infundados temores para creer que el próximo ministro de Economía pueda romper con las reglas establecidas por la Comisión Europea, más fijándose en el programa electoral de la propia aspirante a gobernar Italia. Entre otros, la bajada de impuestos en un contexto de recesión inflacionista de cara al 2023, y con los tipos de interés al alza.

MELONI APUESTA POR LA SOBERANÍA ANTES QUE SEGUIR A BRUSELAS

La mentalidad de Meloni pasa por una mayor soberanía, sin estar a expensas de las decisiones de Bruselas, pero tampoco una ruptura total con el euro, tal y como expuso Salvini en 2018. Entre sus puntos concretos se encuentra un clima contrario a la inversión extranjera y no se descartan ‘leyes antiopas’, como ha realizado España de forma temporal sobre empresas consideradas estratégicas. También se prevén mayores barreras a la entrada de capital extranjero.

Giorgia Meloni, la principal aspirante al Gobierno de Italia
Giorgia Meloni, la principal aspirante al Gobierno de Italia

Meloni no ha hablado abiertamente de una hipotética salida del euro, pero sus seguidores buscan la soberanía nacionalista antes que la obediencia a Europa. Sin embargo, este escenario es muy poco probable dada la dependencia italiana de la inversión extranjera y más aún de las compras del Banco Central Europeo (BCE), que ha dejado de adquirir deuda alemana -menor riesgo- para lanzarse a ayudar a los gobiernos italiano y español, entre otros, debido al incremento de la posibilidad de entrar en recesión el próximo año.

A cambio de bajar impuestos, Meloni se ha enfundado el papel populista, como incrementar la rigidez laboral, como pretexto para salvaguardar los puestos de trabajo, y ayudar a los jóvenes, especialmente en las grandes ciudades donde escasean los pisos de alquiler. En Italia se llega a ofrecer una habitación e incluso una cama en un pasillo a precios desorbitados.

DRAGHI SE MARCHA SIN REALIZAR LAS REFORMAS EXIGIDAS Y UN ENDEUDAMIENTO DEL 150% DEL PIB

Por ahora, el principal objetivo es formar un Ejecutivo con la principal duda sobre quién ocupará el Ministerio de Economía, la persona encargada de lidiar con un endurecimiento del discurso desde Bruselas sobre la derecha de Meloni. La falta de un equipo preparado para poder afrontar una nueva crisis recuerda a la improvisación de Mario Draghi, expresidente del BCE, que no ha podido enderezar la economía pese a su experiencia.

Y es que, Meloni tendrá que conjugar su programa con el de Salvini, un prorruso y nacionalista italiano, cuya receta populista ha obtenido el 8% de los votos. En su programa pide bajar la edad de jubilación, una medida que podría ser contraproducente en un contexto de frenazo económico.

La salida de Italia del euro, Italexit, no es un debate recurrente, sino una posibilidad real. En 2012, tres años después de la debacle de la banca mundial, el propio Draghi salió en defensa de la divisa común para tratar de contentar a los mercados. Aquella jugada, un bazooka económico sin precedentes, está teniendo ahora sus consecuencias.

LA SALIDA DE ITALIA DEL EURO, CUESTIÓN DE TIEMPO PARA UN PREMIO NOBEL

Por un lado, se exigía a los países contener el elevado déficit para que el BCE diera facilidades a la concesión del crédito. Una década después, los déficits se han disparado, así como los precios y el banco central ha actuado tarde a la hora de incrementar el precio del euro y de exigir las reformas necesarias para flexibilizar el mercado laboral y reducir el paro juvenil, uno de los principales problemas en el Sur de Europa.

Una de las voces económicas más reputadas del mundo, Nouriel Roubini, apuntaron en 2018 que la salida del Italia del euro es solo cuestión de tiempo al crecer por debajo de la media de la Eurozona, pero con un nivel de deuda desorbitado. De hecho, Draghi ha dejado el nivel de endeudamiento en el 150% del PIB, sólo en el sector público, frente al 118% de España. Ambas cifras son insostenibles y exigen un recorte del gasto, pero las políticas van encaminadas a incrementarlo.

Realizar reformas estructurales y de calado no entra dentro de los planes de Meloni, más por la impopularidad registrada durante los recortes de la crisis bancaria. Por este motivo, el también conocido como ‘Dr Doom’, por sus predicciones en la crisis de 2008, cree que Italia volverá antes a la lira que aplicar medidas dolorosas dentro del euro.

LA INVERSIÓN SE ALEJA DE ESPAÑA E ITALIA

Fruto de estas políticas populistas, los inversores tienen a Italia en la línea roja de la inversión. Por ejemplo, la rescatada Banca Monte dei Paschi ha perdido prácticamente el 98% desde los máximos de 2008; Ubi Banca, el 82%; Intesa Sanpaolo se hunde un 70% desde esos máximos. Mediobanca, por su parte, se hunde más de un 53%; mientras Banco Popolare ha perdido más de un 97% desde aquellos niveles de máximos históricos y no es capaz de remontar al alza.

En España, la situación no es mejor, pero contando con los dividendos, el Ibex 35 ha alcanzado máximos históricos. Sin la retribución al accionista, el selectivo español se encuentra a tan sólo una caída del 8% para registrar los mínimos de la crisis de 2008, por debajo de los 7.000 puntos. La banca, descontando el dividendo, se ha visto muy castigada pese a los continuos rescates del Banco Central Europeo debido a esa falta de reformas de calado.