jueves, 12 diciembre 2024

Pesadilla en Wall Street, bancos centrales contra gobiernos y alarmas financieras

Arranca una semana en los mercados financieros en la que los inversores esperan despertarse de la pesadilla vivida tras la intervención del presidente de la Reserva Federal (FED, por sus siglas en inglés), que el pasado jueves realizó uno de sus discursos más agresivos para intentar reducir las expectativas de inflación. El objetivo de Jerome Powell no es bajar el IPC (en estos momentos no puede) sino convencer al mercado de que el banco central seguirá subiendo tipos de interés aunque ello implique entrar en recesión. 

LOS INVERSORES CREEN A POWELL

Y, esta vez, parece que los inversores han creído a este aprendiz de brujo monetario, ya que los dos últimos días de la semana pasada los principales índices de Wall Street se tiñeron de rojo, no tanto por el incremento de las tasas de referencia (del 0,75%, como se esperaba) sino por ese mensaje hawkish y, sobre todo, por la actualización del cuadro de previsiones de la FED, que en lugar de servir para dar confianza a los inversores lo que provocó fue una estampida. 

Sólo hay que fijarse en la tabla publicada por la Reserva Federal para darse cuenta de que hay cosas que no cuadran, algo que no puede atribuirse al error, ya que los técnicos de la institución monetaria tienen un reconocido prestigio, aunque sus jefes se hayan preocupado más en los últimos años de hacer política que de asegurar el poder adquisitivo de su divisa. Plantear que la economía de EEUU crecerá este año un 0,2% no cuadra con la realidad, a no ser que se produjera un repunte del PIB en el último trimestre que nadie –excepto la FED– espera.

Por otra parte, indicar que la inflación media de 2023 será del 2,8% y que los tipos de interés se irán de largo por encima del 4% implica que, o bien la estimación del IPC es irreal, o que el banco central va a aniquilar la demanda elevando las tasas a un nivel muy superior al que marca la evolución de los precios. En ambos casos se trata de un escenario que no invita precisamente al optimismo y eso es lo que ha provocado la estampida de los inversores. 

los mercados de futuros preven un tipo de interés máximo del 4,7% en estados unidos en mayo, frente al 3% actual

Tal como indicaba Financial Times el pasado sábado, los mercados de futuros prevén ahora un tipo máximo de los fondos federales del 4,7% para el próximo mes de mayo, frente al rango actual del 3% al 3,25%. Sin embargo, muchos inversores siguen cuestionando las predicciones de los banqueros centrales de que no habrá recortes de los tipos de interés antes de finales de 2023. Porque esa es la gran incógnita: ¿de verdad que los Powell, Lagarde y compañía cumplirán su amenaza y seguirán subiendo las tasas de referencia con el PIB cayendo? Muchos quieren agarrarse al clavo ardiendo de que podemos ver un cambio de guión el año que viene.

EL MENSAJE: DEJEN DE COMPRAR E INVERTIR

Pero con independencia de lo que suceda en 2023 el mensaje ahora de la banca central al sector privado es claro: dejen de comprar, detengan el consumo, asústense porque la economía no va a aterrizar de forma suave. El anunciado soft landing es una quimera, la recesión es un hecho y se va a producir un incremento del desempleo, provocado en buena medida por esas subidas de tipos que, al fin y al cabo, implican secar el grifo del crédito del que viven la mayoría de familias y empresas en esta economía del siglo XXI en la que la deuda global triplica el PIB del planeta.

Y en Europa el BCE tiene un mensaje adicional para el sector público: no aprueben paquetes de estímulo fiscal que ayuden a los hogares a pagar las facturas y a las empresas a pagar sus créditos. Porque este tipo de políticas de estímulo de la demanda impulsan la inflación.

EL BCE SE ENFRENTA A LOS GOBIERNOS POR LOS PAQUETES DE ESTÍMULO FISCAL, MIENTRAS REINO UNIDO APRUEBA EL MAYOR DE LOS ÚLTIMOS 50 AÑOS

Por eso ha levantado tanto revuelo el anuncio de la nueva premier británica, Lizz Truss, de aprobar la mayor rebaja de impuestos de los últimos 50 años. Esta postura de la banca central contra la política fiscal expansiva es una novedad muy relevante respecto a anteriores crisis que muestra hasta qué punto los burócratas nos han metido en una ratonera. La inflación es como el genio de la lámpara que, cuando se le invita a salir, luego es muy difícil volverlo a meter en ella. Y en este caso no podemos pedir los tres deseos.

¿Qué es, por tanto, lo que pretende la Fed, y el resto de bancos centrales, con la excepción del chino y el japonés? Que hogares, empresarios e inversores se convenzan de que la inflación va a reducirse en el próximo año porque se va a destruir la demanda endureciendo las condiciones de financiación mediante la política monetaria. Esto es a lo que se refieren los analistas cuando hablan de la importancia de las expectativas de inflación.

CONTRA LA INFLACIÓN ACTUAL NADA SE PUEDE HACER, LO RELEVANTE ES EVITAR QUE LAS PERSONAS DEJEN DE CONFIAR EN LA CAPACIDAD DE LA BANCA CENTRAL PARA DETENERLA

Lo relevante ahora no es ya la inflación actual, contra la que nada se puede hacer, sino evitar que las personas dejen de confiar en la capacidad de la banca central para detenerla subiendo los tipos de interés y obligando a todos a ajustarse el cinturón.

Evidentemente cuando mencionó a «todos» excluyo a las élites de burócratas y directivos de multinacionales privilegiadas por los legisladores, que no sólo seguirán ganando importantes sueldos, sino que aprovecharán el desastre para comprar barato.

Porque es lo que sucede siempre, en cada ciclo económico desde que el dinero no está respaldado por nada más que la firma de los banqueros centrales y el curso forzoso impuesto por los gobernantes. Unos ciclos económicos causados precisamente por la intervención de los tipos de interés, el denominado precio del dinero (en realidad es el precio del dinero en el tiempo) y que está secuestrado por los planificadores e ingenieros sociales como Powell, Lagarde y compañía.

UN DÓLAR FUERTE: ARMA DE DOBLE FILO

La política de subidas de tipos de la FED está fortaleciendo al dólar, lo cual puede parecer algo positivo para la economía de EEUU, pero en realidad es un arma de doble filo para las empresas que cotizan en Wall Street. En estos momentos casi un tercio de las ganancias del las compañías del S&P500 se generan en el extranjero y un «billete verde» que siga apreciándose frente al resto de divisas puede acabar minando los beneficios de grandes empresas estadounidenses.

A quien más daño hará será a los países emergentes endeudados en dólares y a todos los que no tengan materias primas y tengan que adquirirlas usando la moneda norteamericana (como sucede en Europa).

Cuidado porque hay aquí un elefante en la habitación del que no se habla pero al que solemos hacer referencia en esta columna semanal en la que sobrevolamos la actualidad económica: como en todo proceso recesivo la crisis bancaria se producirá cuando se incrementen los impagos de los préstamos y, sobre todo, cuando se empiece a descubrir que los activos que tienen los bancos en sus balances no están anotados con el precio y la valoración correcta. Es algo que cuando se acerca el fin del ciclo económico expansivo nos dicen que no va a ocurrir y, tarde o temprano, siempre termina sucediendo por el propio diseño del sistema financiero global. 

CREDIT SUISSE NECESITA CAPITAL

Uno de los bancos que están ya claramente en la diana es Credit Suisse, que lleva meses intentando ocultar que necesita capital disfrazando una crisis de solvencia de falta de liquidez (otro clásico del mundo bancario). En la presentación de resultados trimestrales del próximo octubre la entidad financiera tiene previsto anunciar un plan de reestructuración que consistirá en dividir el banco en varias partes, siendo una de ellas una especie de «banco malo» en el que se pondrán los «activos tóxicos» para que no contaminen su balance. Esto nos suena ¿verdad?

Como señala de forma certera don Aristóbulo de Juan en su libro De buenos y malos banqueros (Marcial Pons, 2017) «la peculiaridad de la actividad bancaria es que la insolvencia precede invariablemente a la falta de liquidez» y no al revés, como piensan muchos economistas y la mayoría de informadores financieros. Si un banco es solvente puede conseguir liquidez, pero no al revés.

ARISTÓBULO DE JUAN: «LA PECULIARIDAD DE LA BANCA ES QUE LA INSOLVENCIA PRECEDE INVARIABLEMENTE A LA FALTA DE LIQUIDEZ»

Y, citando de nuevo al profesor, «los agujeros patrimoniales no se pueden rellenar con artificios contables, sino con recursos reales». Así que ya saben los señores de Credit Suisse lo que deben hacer: buscar capital en el mercado en un momento de retirada de la barra libre de la banca central. Mal asunto. 

Claro, que aquí la gran pregunta es ¿cuántos bancos hay en esta situación? Pues lamentablemente debo admitir que no lo sabemos, porque resulta que son los supuestos supervisores (los bancos centrales) quienes han ayudado a las entidades a llegar a esta situación fomentando la asunción de riesgos excesivos amparados en una política monetaria suicida, que a su vez ha sido alentada por grandes gestoras de inversión –como BlackRock– que ahora nos avisan de que el mercado está infravalorando los riesgos de desplome del mercado.

Y no me digan que son las empresas de auditoría y calificadoras de activos las que deben dar la voz de alarma, porque cuando nos ponen sobre aviso lo hacen cuando el problema es tan evidente que ya no hay forma de remediarlo. Ya sucedió en 2008 y probablemente lo volveremos a ver en 2023.


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