Sam Bankman-Fried, emperador del mundo cripto: ¿héroe o villano?

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Cuando la plataforma de intercambio de criptomonedas BlockFi recibió una línea de crédito de 400 millones de dólares por parte de FTX, un Exchange internacional, el mundo cripto pareció respirar aliviado. Al fin y al cabo, la industria no podía permitirse más quiebras como la de Terra o Celsius. Pero cuando se conocieron los detalles, muchos fruncieron el ceño. Y es que aquella línea de salvamento incorporaba una opción para adquirir la firma por apenas 240 millones. Antes, estuvo valorada en 5.000 millones. Con ello, Sam Bankman-Fried, fundador de FTX, se ha hecho con la compañía con un descuento del 95%.

No es el único episodio en el que SBF, como se le conoce, ha estado detrás de un rescate milagroso, del que más tarde se ha conocido una letra pequeña intrigante. El pasado miércoles 6 de julio, el criptoprestamista Voyager Digital activó el Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos, por lo que entró oficialmente en concurso de acreedores. Anteriormente, el propio SBF a través de otra de sus firmas, en este caso Alameda, le había lanzado un colchón salvavidas al asegurarle préstamos por hasta 485 millones. Ahora, el futuro del corredor de criptomonedas fundado por Stephen Ehrlich está prácticamente en manos de SBF.

En total, SBF puede sumar a su imperio cripto cerca de 20.000 millones en activos, según las valoraciones de BlockFi y Voyager, por un monto que no sobrepasará los 500 millones. Una jugada que ha terminado por destapar la caja de los truenos en la industria. Al fin y al cabo, lo que hace unas semanas se apreciaba como un paso adelante para solventar los problemas de la industria ha pasado a convertirse en una opa hostil para hacerse con su control. En la actualidad, ya nadie sabe si Bankman-Fried es un héroe o será el mayor villano.

BANKMAN-FRIED Y SUS SOCIOS SE HACEN CON EL MUNDO CRIPTO

Más si cabe, cuando detrás del multimillonario están algunos de esos ‘poderes oscuros’ a los que odiaban los grandes defensores de las criptomonedas: los peces gordos de Wall Street. En principio, Bankman-Fried tiene la capacidad suficiente para insuflar suficiente oxígeno a FTX para poder rescatar a una parte del sector en apuros. De hecho, su fortuna personal está valorada en unos 8.000 millones de dólares, aunque antes llegaba a los 26.000 millones.

Pero realmente esos fondos no son activos líquidos, por lo que no puede contar con ellos. De hecho, una buena parte de esa fortuna proviene precisamente de su propiedad de FTX o Alameda, por lo que para obtener ese dinero debería vender sus participaciones. Algo inviable e impensable. Por ello, SBF ha tenido que recurrir a los hombres del dinero para que apoyen su asalto al mundo cripto. En concreto, a principios de año obtuvo los fondos necesarios que ahora está invirtiendo, a través de distintas rondas de financiación.

Un dinero que proviene especialmente de SoftBank Group Corp, Temasek Holdings, Paradigm y Multicoin Capital. Y que les ha permitido también escalar posiciones dentro del accionariado de FTX. En otras palabras, que a medida que la SBF acumule compañías y activos criptográficos bajo sus firmas, sus socios también incrementarán su poder sobre la industria. Al final, se da un hecho paradigmático y es que si bien los criptolovers siempre han defendido la descentralización como una de los grandes beneficios de las criptomonedas, ahora están viendo como unas pocas manos cada vez atesoran más poder en el sector.

¿QUÉ FUTURO LE ESPERA AL MUNDO CRIPTO?

Aunque el mayor problema, al margen de la concentración en el sector, es si ya sea codicia o samaritanismo de SBF será suficiente para salvar al mundo cripto. Una empresa que parece cada vez más difícil a medida que grandes firmas de todo el mundo empiezan a desvanecerse. El concurso de acreedores de Voyager Digital es un ejemplo. Pero hay otros como la parálisis de Celsius o la quiebra de Three Arrows Capital, un fondo de cobertura criptográfico. Un resumen rápido que, sin embargo, obvia muchas pequeñas quiebras (de otras empresas), un elevado número de despidos (y de expulsión de talento) y el afloramiento de pérdidas importantes para particulares, bancos e instituciones.

Y es que la pregunta que todo el mundo se hace ahora es: ¿Ha pasado lo peor? Ante la que no hay una respuesta convincente. Para los más optimistas, el hecho de que el bitcoin haya logrado aguantar en la frontera de los 20.000 dólares es una señal de que los grandes sustos parecen haber pasado. Al fin y al cabo, tras perder esa cota psicológica durante días, y en mitad de un mercado muy caótico con la Reserva Federal subiendo tipos con fuerza, la criptomoneda de referencia ha logrado afianzar un nivel que está muy por encima del que tenía hace años. Eso en sí mismo en un mensaje de fortaleza de cara al futuro.

Pero no todo el mundo opina igual. Uno de los grandes detractores del bitcoin y también de los mayores eruditos en mercados financieros como Nasim Thaleb (autor, por ejemplo, del best sheller ‘El Cisne Negro’) opina que no se debe medir el incremento o la caída de un activo, en este caso el bitcoin, sino el precio medio de compra de los inversores. Un nivel que está más cerca de los 30.000 dólares que de los 20.000, por lo que la criptomoneda está generando importantes pérdidas que tarde o temprano la pueden hacer implosionar.

La razón es que la gran mayoría de los inversores han apalancado su inversión. Los más pequeños se han valido de un gran número de préstamos que en su mayoría ahora tienen unos intereses tan elevados, por la subida de tipos, que les obligará a deshacer posiciones. Los grandes también han utilizado estructuras de crédito que ahora pueden saltar por los aires si el bitcoin cae por debajo de un nivel clave, como ocurre con MicroStrategy. Por último, está la posibilidad de que el último detonante de una caída dramática sea la quiebra de El Salvador, el gran baluarte de la criptomoneda.

En definitiva, los dos escenarios están ahora encima de la mesa y es casi imposible de discernir cuál se impondrá. En este caso, que cada uno elija una realidad y haga su propio camino. Para bien o para mal, Sam Bankman-Fried y sus socios capitalistas ya han elegido el suyo.