La semana pasada terminaba mi artículo con un consejo para los políticos españoles: copiar las medidas que han transformado Irlanda en el tigre celta, pero no es necesario irse tan lejos para observar el proceso de transformación económica, en positivo, de un determinado territorio.
El escenario económico en Andalucía a finales de 2018 era el siguiente: 22,85% de paro frente al 14,55% nacional; el ritmo de crecimiento de la economía autonómica era menor que el de la economía nacional y el PIB per cápita de los andaluces a un 74,2% de la media nacional.
En 2022, la situación es totalmente distinta pues según los datos de la Encuesta de Población Activa respecto del primer trimestre de 2022, la tasa de paro en Andalucía ha bajado, por primera vez en 14 años, del 20% situándose en el 19,43% rebajando el diferencial con la media nacional de 8 a 6 puntos.
En los tres primeros meses de este año, la economía andaluza creció un 6,8% respecto al mismo periodo de 2021, por encima del crecimiento de la economía española.
Y el PIB per cápita en 2020 (último dato disponible) se situó en el 74,9% de la media española, el más alto en casi 10 años.
Por otro lado, en el mes de mayo, Andalucía lideró la creación de empleo en España y durante el último año se ha mantenido como la región líder en emprendimiento autónomo y Málaga se ha convertido en el Silicon Valley europeo.
Algunas de estas cifras podrán parecer escasamente significativas, pero el hecho de que se alcancen- tras décadas de estancamiento- nos muestran que en estos cuatro últimos años algo se ha hecho de manera diferente en Andalucía. Una diferencia que ha permitido revertir la situación que situaba a esta comunidad a la cola del crecimiento en España.
¿Y cuál es la diferencia? Que en estos cuatro últimos años se han comenzado a aplicar políticas liberales entre las que destacan tres grandes rebajas fiscales desde el 2019.
Rebajas en las que prácticamente se ha eliminado el Impuesto de Sucesiones y Donaciones (bonificado al 99%) y rebajado el tramo autonómico del IRPF entre otros impuestos que se han modificado para rebajar tipos o aumentar bonificaciones y deducciones.
Rebajas que han aumentado la recaudación en casi 1.000 millones de euros que permiten seguir mejorando los servicios públicos andaluces frente a todos aquellos antiliberales, socialistas y comunistas para más señas, que dogmáticamente afirman que si se bajan impuestos no habrá dinero para financiar los servicios públicos.
Además, se ha avanzado en la reducción de trabas administrativas y apostado por la internacionalización.
Ya dijo Albert Einstein que “si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”.
En Andalucía, desde el inicio de la democracia, se habían llevado a cabo las mismas políticas económicas trasnochadas con unos resultados nefastos por todos conocidos. Los responsables económicos esperaban que la providencia, el espíritu de Karl Marx o el maná europeo obrasen el milagro que parece haberse producido en estos últimos cuatro años. Este método no funcionó, está claro.
Lo que funciona es tener clara la voluntad política de cambiar las cosas, el esfuerzo para poner en marcha recetas económicas de contrastada eficacia y creer en la capacidad y el talento de los andaluces a quiénes anteriormente se les habían tratado como niños incapaces a los que se debía tutelar y dirigir.
Ese es el verdadero milagro andaluz que las urnas han refrendado el pasado domingo.
Antonio González Terol, diputado del Partido Popular (PP)