El colchón ‘circular’ o cómo reciclar nuestro descanso

El modelo de consumo lineal o basado en ‘comprar, usar y tirar’ está llegando a su fin. En los últimos años se ha ido abriendo paso la denominada ‘economía circular’, un sistema basado en extraer, producir, consumir, reutilizar y reciclar, que trata de mantener el mayor tiempo posible el valor de los materiales en los ciclos productivos.

La economía circular promueve que muchos objetos y materiales que hasta hace poco estaban ‘condenados’ al vertedero tengan una segunda vida e incluso puedan utilizarse como materias primas para fabricar nuevos productos. Eso sí, si se reciclan adecuadamente. El Día Mundial del Reciclaje conmemora la importancia de reducir y tratar los residuos para proteger el medioambiente. Una fecha señalada que ofrece, además, una excelente oportunidad para sensibilizar a la ciudadanía sobre cómo desprendernos de manera responsable de algunos objetos cotidianos que, acumulados, tienen un alto grado de impacto medioambiental.

UNA SEGUNDA VIDA PARA NUESTRO COLCHÓN

Los colchones son un ejemplo. Y es que esta pieza, imprescindible para el hogar, se convierte en un residuo voluminoso cuando cae en desuso.

En España, las cifras de recuperación y reciclado de colchones son todavía muy bajas. Cada año, un millón y medio termina en vertederos. Sólo el 10% acaba siendo reciclado. Un porcentaje modesto si lo comparamos con los datos registrados en otros países europeos como Francia y Holanda, dos de los más avanzados en esta materia (ya cuentan con puntos SIG de recogida de colchones y mobiliario) y que presentan unas tasas de reciclado superiores al 70%.

Los colchones necesitan un tratamiento especial que arranca en el momento en el que nos desprendemos de ellos. Actualmente, en nuestro país lo habitual es que los ciudadanos depositen el colchón viejo en un punto limpio y los servicios municipales se encarguen de su gestión. Otra posibilidad es que este sea retirado por la misma empresa que suministra el nuevo y lo entregue a un gestor de residuos.

De momento, no existe un punto SIG para la recogida de colchones, «pero hay empresas que tienen ya implementados estos flujos de recogida y posterior desmantelamiento», explica Raquel Sánchez Magdaleno, gerente sénior de productos intermedios de Technology Lab, el centro de innovación de Repsol. Este proceso de separación de los componentes del colchón es fundamental para que los materiales puedan recuperarse y reintroducirse de nuevo en los ciclos productivos.

UNA SOLUCIÓN INNOVADORA

En la composición de los colchones encontramos elementos tan diversos como tela, muelles, acero o látex. También espuma de poliuretano, un material celular de baja densidad, similar a una esponja, que tiene muchas aplicaciones pero que, como residuo, se enfrenta a varios problemas. Como primer inconveniente, su gran volumen y bajo peso que implica elevados costes de transporte. Tampoco es biodegradable. Además, como material termoestable, el poliuretano no se puede fundir y volver a procesar y, por eso, presenta grandes dificultades para ser revalorizado por reciclado mecánico.

La buena noticia es que la industria ya está trabajando en alternativas innovadoras para revertir esta situación. Un ejemplo es la planta que Repsol está construyendo en su complejo industrial de Puertollano. La multienergética se ha unido a la empresa alemana Rampf Eco Solutions para implementar una solución propia basada en el reciclado químico. «La espuma se somete a un proceso en el que, mediante una reacción química, se consigue transformar el poliuretano de nuevo en una materia prima que puede volver a utilizarse en el proceso de producción de espuma», matiza Raquel Sánchez.

Tras el tratamiento se obtienen polioles circulares, componentes esenciales para la fabricación de nuevas espumas, cumpliendo así un proceso circular que evita el envío de este producto a los vertederos y reduce su huella de carbono.

La planta de reciclado químico de espuma de poliuretano entrará en funcionamiento a final de año. Las instalaciones, que han contado con una inversión de 12 millones de euros, tendrán capacidad para tratar unas 2.000 toneladas de residuos de espuma de poliuretano al año, el equivalente a 200.000 colchones.

«El complejo de Puertollano es clave en el desarrollo e implantación de soluciones de economía circular», concluye la experta. Este proyecto es solo un ejemplo del abanico de posibilidades que abre este modelo de producción y consumo, reinventando residuos que no se aprovechaban hasta la fecha como materias primas imprescindibles para lograr un futuro más sostenible.