La guerra reaviva las ansias de uranio de Berkeley en España

El Gobierno de España mantiene una cruzada con la minería española que resulta difícil de explicar en la coyuntura actual. El nuevo orden energético derivado de la guerra en Ucrania reaviva proyectos que, como la mina de Berkeley en Retortillo, contribuiría a reducir la dependencia exterior. La crisis energética mundial ha hecho que la gran mayoría de los países revisen sus hojas de ruta hacia la transición ecológica, para aprovechar al máximo sus recursos, con el fin de ganar en soberanía energética. Curiosamente España no es uno de ellos.

En un momento en el que el mundo se ha dado cuenta del peligro de depender tanto de países como Rusia, España sigue dando la espalda a proyectos como la mina de uranio de Retortillo, a pesar de que más del 30% de las importaciones de este elemento químico que llegan desde fuera de nuestras fronteras proceden de Rusia.

La terrible presión que han ejercido durante años las plataformas ecologistas sobre los políticos ha hecho que fuera más fácil repudiar la minería española, y lanzarse a la compra de gas, petróleo o uranio en otros países, aún a riesgo de perder soberanía energética y depender de los vaivenes del mercado. La burocracia infinita también ha ayudado a retrasar hasta la desesperación proyectos de gran calado, en zonas donde los mismos podrían haber evitado la despoblación.

Las acciones de Berkeley se revalorizan en lo que va de año más de un 200%

Fiarlo todo al avance de las energías renovables se ha comprobado un fracaso. Por eso los países más avanzados como EEUU, Alemania, China o Francia siempre se han guardado un as en la manga, a pesar de sus más o menos serios compromisos con la lucha contra el cambio climático.

Estados Unidos está produciendo más gas y petróleo que nunca, convirtiéndose en país exportador (salvador de la Unión Europea gracias a este cambio). Alemania sigue quemando carbón para sustentar su sistema eléctrico y, China y Francia están enfrascadas en una ambiciosa política nuclear, de la que tampoco son ajenos países como Reino Unido a los propios EEUU.

El Gobierno de España desprecia sistemáticamente la energía nuclear, por su enfermizo ideologismo ecológico. Por eso, y basándose en razones medioambientales, a finales del mes de noviembre de 2021 tumbó el proyecto de la empresa Berkeley Energía para construir una planta de fabricación de concentrado de uranio, en la localidad salmantina de Retortillo. Pero no solo eso, despreció los proyectos de producir gas y petróleo a través del fracking, especialmente en la cornisa cantábrica, como también desechó terminar el gasoducto Midcat.

La situación que vive España no es producto de la guerra de Ucrania. Se ha agravado por el conflicto bélico del Este de Europa, pero la culpa de los problemas energéticos en este país es de las erróneas decisiones políticas tomadas por el Gobierno de Pedro Sánchez durante los últimos años, que se han sustentado más en factores ecologistas que en factores estrictamente económicos y estratégicos.

BERKELEY MANTIENE UN PULSO CON EL GOBIERNO POR EL URANIO

Berkeley asegura que España cuenta con las reservas de uranio más importantes de la Unión Europea, con capacidad para suministrar este mineral a las centrales nucleares repartidas por la geografía nacional durante más de 10 años. La empresa minera australiana que tiene los derechos de explotación de la gran mayoría de las reservas de uranio en España, mantiene un litigio con el Gobierno desde hace años por sus pretensiones de construir la planta de fabricación de concentrado de uranio en tierras salmantinas.

Fuentes de la empresa aseguran que si se revisara la documentación presentada al Ministerio y se tuvieran en cuenta las aclaraciones llevadas a cabo, se podría comenzar con la construcción  de la planta inmediatamente y podría estar concluida en apenas año y medio. Las acciones de Berkeley se revalorizan en lo que va de año más de un 200%, después del hundimiento sufrido a finales de noviembre, cuando el Gobierno negó por última vez el permiso de explotación de la mina de Retortillo.

Desde la compañía afirman desconocer el por qué de esta revalorización, pero los analistas especulan con la posibilidad de un cambio obligado en la hoja de ruta del Gobierno, ante la orden de Europa de rebajar la dependencia de Rusia, de todos los países miembro.

El precio del uranio ha subido también en los últimos meses, no tanto como el gas o el petróleo, pero lo suficiente como incrementar el coste de las importaciones de manera considerable, ya que España no solo le compra uranio a Rusia, también a Canadá, Níger, Kazajistan y algún país más.

La minería ha tenido siempre sus adeptos y sus detractores, pero lo que nadie entiende es que se bloqueen proyectos muy interesantes e incluso de carácter estratégico para el país, por cuestiones medioambientales, y luego se acuda a mercados de países que hacen la vista gorda con el compromiso medioambiental para comprar lo que aquí no queremos producir por el bien del planeta. Ese fariseísmo es el que hace fuertes a tiranos como Putin y débiles a gobiernos como el de España.

¿Y EL FRACKING?

La desidia de los diferentes gobiernos durante décadas ha convertido a España en el país europeo con el menor ratio de sondeos en busca de gas o petróleo.

Poco se sabe de lo que esconde el subsuelo español, pero entre lo que se conoce se encuentra un informe de comienzos de la década pasada, encargado por la Asociación Española de Compañías de Investigación, Exploración y Producción de Hidrocarburos y Almacenamiento Subterráneo (ACIEP), en el que se afirma que el subsuelo de España, especialmente el de la cuenca vasco cantábrica, albergaba unas reservas de gas equivalentes a varios años de todo el consumo nacional de aquel momento.

Existía un proyecto liderado por el entonces lehendakari, Patxi López, para, a través de la técnica del fracking, extraer todo el gas de esa zona. Según el dirigente socialista estábamos ante «un proyecto estratégico para el país, una garantía de sostenibilidad futura». Sin embargo el proyecto se quedó en nada, ante las mil trabas medioambientales que debía superar y el descenso del precio de la commodity en esos momentos.

Desde el Gobierno se sigue apostando todo a las energías renovables, mientras tanto los consumidores seguiremos pagando las facturas de la energía y de los combustibles muy caras, a pesar de las medidas que lleve a cabo el Ejecutivo, que como se está viendo no son más que parches para aguantar unos meses, ya que no se actúa sobre la raíz del problema para solucionarlo.

María Castañeda
María Castañeda
Redactora de MERCA2 de empresas y economía; especializada en energía, sostenibilidad y turismo.