Crece la presión sobre Teresa Ribera a cuenta del gas. La Unión Europea está inmersa en una situación extraordinaria a causa de un conflicto bélico en sus fronteras con un componente energético sin precedentes y con provocaciones y amenazas nucleares que hacen temblar a los estados miembros. La dependencia europea del gas ruso deja a los socios de la UE en serias dificultades. En este nuevo panorama, la posición geoestratégica de la Península Ibérica postula a España como futuro hub energético para Europa. Pero para ello, Ribera tendría que tragarse sus palabras sobre el gas: ¿Será capaz de hacerlo por el interés de Europa?
Ante estos hechos la UE y la OTAN, con EEUU a la cabeza, pretenden acabar con la prepotencia de Putin mediante el estrangulamiento de su economía, aparte de proponer un nuevo panorama geoenergético europeo para cuando acabe el conflicto bélico.
En momentos como estos es donde se ve si un político es de primera o de tercera. La ministra para la Transición Energética y el propio presidente del Gobierno de Pedro Sánchez llevan años queriendo pasar a la historia como los adalides de las energías renovables. Todo lo que no sea hablar de energía limpia no tiene cabida en el vocabulario de la vicepresidenta tercera. Pero en la coyuntura actual, España tiene la posibilidad de pasar a la historia como el país que contribuyó de manera crucial a acabar con la dependencia de la Unión Europea del gas ruso.
La presión sobre Ribera, QUE NO SE HA CANSADO DE REPETIR QUE NO PONDRÍA UN EURO PARA PROYECTOS DE GAS, es máxima
España tiene la mayor red de regasificadoras de la Unión Europea. Si Europa quiere dejar de comprar gas a Rusia, algo que debería estar entre sus principales objetivos a la vista de los acontecimientos, la mejor solución para conseguirlo sería aprovechar esa red española para abastecer de gas a toda Europa.
Se trataría de traer el gas natural licuado (GNL) en barcos metaneros desde cualquier punto del mundo hasta España, enviándolo desde aquí al resto del viejo continente. Parece fácil, pero no lo es. Requiere un gran esfuerzo y altura de miras, algo que no está claro que tenga Ribera.
El esfuerzo es económico principalmente, aunque seguramente habría muchas ayudas europeas para llevarlo a cabo. España tendría que incrementar considerablemente su interconexión de gasoductos con Francia, afrontando la construcción de infraestructuras con la capacidad suficiente como para distribuir el 40% del gas que consume Europa, y que ahora proviene de Rusia.
Ese gas se pretende traer de Estados Unidos, Argelia, Nigeria, Qatar o incluso Australia. La recuperación del proyecto Midcat (después renombrado como STEP) está en boca de todos. Tardaría años en llevarse a cabo, incluso haría falta algún proyecto más, pero de lo que se trata es de mirar a futuro, de forma que se puedan subsanar así los errores del pasado.
Al Gobierno español y, especialmente, a su responsable energética, Teresa Ribera, se les pide altura de miras para darse cuenta de que lo importante en esta situación es colaborar en quitar de la ecuación europea a un país liderado por un tirano autoritario extremadamente peligroso, como Vladimir Putin. Liberar a Europa de la dependencia energética de Rusia es muchísimo más importante que ser los más ecológicos del viejo continente y ponerse medallas por una acelerada transición energética que amenaza con estamparse a tanta velocidad.
LA UE SIGUE COMPRANDO GAS RUSO
Lo que resulta paradójico es que después de una semana de guerra, de sanciones económicas a Rusia y de destrucción de Ucrania, la Unión Europea y Gazprom sigan manteniendo su relación y el gas ruso siga llegando a los países europeos, por el momento, sin problemas. Algo se está haciendo mal. ¿Cómo puede ser que se sigan pagando miles de millones de euros a la semana a Rusia en esta situación? La falta total de previsión de unos políticos de tercera ha llevado a Europa a ser un títere energético en manos de dictadores, políticos totalitarios y demás.
¿Cómo se le puede explicar a un ucraniano que parte del dinero con el que se financia la guerra que ha matado a su hermano le llega a Putin desde la UE? La Unión Europea depende tanto del gas ruso, que los dirigentes de muchos países rezan para que Putin no corte el grifo de suministro cualquier día de estos. Una situación kafkiana de muy difícil solución en el corto plazo, pero que se podía haber evitado tomando otras decisiones en el pasado por parte de los políticos responsables, que deberían haber sido más previsores y menos interesados y cortoplacistas.
ESPAÑA GANARÍA PESO EN EL EXTERIOR
España no pinta nada en estos momentos en el panorama mundial. Las conversaciones sobre sanciones o sobre el devenir de la guerra y los movimientos de la OTAN o de la UE no se consensuan para nada con el Gobierno de Pedro Sánchez, ya que los países aliados no se fían de un Gobierno en el que están presentes «amigos ideológicos de Rusia, Venezuela o Irán», los mayores enemigos de los Estados Unidos. La inteligencia americana considera muy peligroso que España se entere de los planes contra Putin, porque cree que podrían filtrarse al líder ruso por parte de algunos miembros del Gobierno.
La situación es vergonzante para un país que es la quinta potencia económica europea y se encuentra entre las 20 potencias económicas mundiales. Por eso, ahora que existe la posibilidad de dar un paso al frente y colaborar de una manera decisiva con nuestros aliados, no conviene andar con tibiezas.
Estados Unidos quiere que España de ese paso al frente y lidere el hub energético del gas para Europa, en el que también quiere participar Portugal aprovechando que también posee infraestructura regasificadora, pero necesita que España esté más conectada con Centroeuropa.
El Gobierno está dividido. Desde el Ministerio de Asuntos Exteriores se quiere colaborar y se ve con buenos ojos la idea de convertir a España en el hub energético de Europa. Pero desde el Departamento para la Transición Ecológica por el momento no se mueve ficha. La presión sobre Ribera es máxima, para que deje a un lado su fanatismo ecológico y olvide esas declaraciones en las que se ha hartado de repetir que no pondrá un euro para proyectos de energía nuclear ni de gas.
LA IMPORTANCIA DEL MIDCAT PARA LA UE
Para la Comisión Europea, el proyecto de construcción del gasoducto Midcat, que ampliaría la interconexión de España con Francia por la parte catalana, fue considerado importante durante muchos años.
El gasoducto del Midcat estaba considerado como una buena manera de diversificar y reducir la dependencia energética, pero dio la casualidad de que los dos países de los que dependía lo desecharon. A Francia no le acabó de convencer porque tiene una planificación nuclear muy potente y apenas necesita del gas, por lo que el presidente francés, Emmanuel Macron, le dio la puntilla.
Por su parte, el Gobierno de España lo descartó por la apuesta innegociable por las renovables y ante la presión de organizaciones ecologistas. Alemania, que se hubiera visto directamente beneficiada también, prefirió echarse en manos de Putin.
De esta manera, la Comisión Europea lo sacó de su lista de Proyectos de Interés Común el 31 de octubre de 2019, después de que hubiera estado incluido en las tres listas anteriores de 2013, 2015 y 2017. El error fue mayúsculo y ahora Europa lo está pagando con creces.
El gasoducto estaba proyectado para unir Martorell con Barbaira en Francia, fue promovido por la francesa Teréga y la española Enagás, y su longitud abarcaba unos 300 kilómetros. Varios de esos kilómetros se empezaron a construir, ya que la obra comenzó a finales de 2010, por lo que en la actualidad podría estar acabado desde hace años, y dando servicio a una Europa, que prefirió apostarlo todo a la energía limpia y abandonarse en manos de países productores de gas con gobiernos poco fiables.
La presión de varias organizaciones ecologistas paralizó la obra cuando esta llegó, en los comienzos de 2011, a la localidad de Hostalric a unos 90 kilómetros de Martorell. Ahí acabó la historia de una infraestructura de podría revivir ahora para contribuir a una Unión Europea con mejores conexiones energéticas y menos dependiente.