Los herederos manirrotos que arruinaron a SOS

Una de las marcas de arroz más conocidas de España es SOS. La compañía valenciana cuenta con más de cien años de historia y puede alardear de ser el pionero en comercializar los saquitos de este cereal en el país. Sin embargo, la marca también ha estado envuelta en diversas polémicas que la llevaron a la quiebra como empresa familiar y que tuvo que rescatar de la desaparición Ebro Foods.

«Si es SOS, es bueno». Los españoles y españolas de varias generaciones hemos crecido con este slogan resonando en la televisión. La empresa que nació en Algemesí ha vivido durante años una época verdaderamente gloriosa. Sin embargo, en los últimos años del siglo pasado fue en declive, lo que le hizo tener que cambiar de manos. Esto le avocó a la ruina absoluta.

El comienzo de SOS no fue tan rentable como en lo que después se convertiría. En 1902, José Sos Borrás, empezó, como muchas otras empresas de la región, comercializando granos de arroz en un molino de su pueblo natal en pequeños cucuruchos de papel. Sin embargo, la cabeza de Sos fue un paso más allá y, una década después, decidió comenzar a vender sacos de arroz de un kilo en bolsas de tela.

Esta ocurrencia tan tonta le catapultó a la cima del éxito. SOS fue la primera empresa arrocera en hacerlo, lo que hizo que se ganase un nombre dentro del mundo de la alimentación española. Dejaba de ser SOS para convertirse en toda una marca representativa, Arroz SOS. Esta idea fue la que hizo propulsar el negocio de José.

Después de 100 años de historia, los hermanos Salazar llevaron a la ruina a SOS

COMIENZO HUMILDE

Pero como todo, nada es para siempre. El día de la jubilación de José Sos Borrás llegó y el negocio lo heredaron sus hijos. Sobre papel, parecía que los herederos tenían un papel muy fácil, les valía con mantener lo que el patriarca había creado. Esto era fácil teniendo en cuenta en que, en estos años, la publicidad radiofónica empezaba a implementarse y SOS fue una de las primeras en anunciarse.

Durante los años siguientes, los hijos de Sos consiguieron mantener este legado. Sin embargo, todo saltó por los aires con la Guerra Civil. El Gobierno de la República asaltó la fábrica valenciana. Hay rumores que afirman que, desde la clandestinidad, la familia seguía controlando la compañía. Lejos de habladurías, una vez recuperaron las riendas de la empresa, sus beneficios volvieron a dispararse. Además, decidieron darle una vuelta a su ‘packaging’ y comenzaron con los paquetes de colores azul, verde y rojo que han llegado hasta nuestros días.

Todo lo que consiguieron las dos generaciones anteriores lo tiraron por la borda los nietos del fundador. Esta nueva camada tenía numerosos problemas cuando cogieron las riendas del negocio. El primero de ellos es que había demasiada gente. Un total de diez personas componían el consejo de administración, lo que suponía una traba para tomar decisiones.

Sin embargo, el principal problema que tuvieron los herederos de Sos fue no saber adaptarse a los cambios del mercado. La arrocera se quedó muy atrás en el sector de la distribución. Llegó, incluso, a perder la primera posición de marca favorita. Herba, su principal rival, había sido comprada por Ebro Foods, lo que le daba un respiro económico. Por su parte, SOS, se encontraba con una familia dividida entre vender o no la compañía. Finalmente, la balanza se decantó por la venta. Fue la familia Salazar, con Maderas Anara la que la adquirió. Este fue el principio del fin para SOS.

LOS HERMANOS SALAZAR HUNDEN SOS

Detrás de Maderas Anara se encuentra la familia Salazar. En concreto, su máxima figura era Jesús Salazar del Río, patriarca de esta estirpe. Si algo caracterizaba al líder de la familia era su sobriedad y rigor en el trabajo, lo que le hizo crear un imperio en México ligado al cereal.

Fue en 1992 cuando la familia Sos finalmente accede a la venta de la empresa. Además del intercambio monetario, ambas familias llegaron al acuerdo de que el 10% del capital quedaba en manos de los fundadores. En concreto, Vicente Sos y Eduardo Sos Castells, tenían dos puestos en el consejo. La compañía pasaba a llamarse SOS Anara.

La paz se acabó en 2006, cuando Jesús muere y son sus dos hijos, Jesús y Jaime, asumieron la presidencia. A diferencia de su padre, ellos eran unos manirrotos, lo que hizo que el negocio se fuera al traste. El objetivo de los hermanos era crear una gran corporación, lo que hizo que entrase en una vorágine de compras que acabó endeudándoles. Para poder salir de esta situación, los Salazar tuvieron que empezar a desprenderse de activos.

Pero la cosa no se quedó ahí. Los representantes de SOS Arana sacaron la empresa a bolsa con el apoyo de un empresario libio. Una vez consiguieron hacer esta jugada, los hermanos se dedicaron a arruinar la empresa comprando acciones de SOS Cuétara por 204 millones. Este dinero lo desviaban a una cuenta en un paraíso fiscal.

Una vez destapada la trama, los hermanos fueron relegados de su caso. Incluso, fue la propia SOS Cuétara la que les denunció ante la Audiencia Nacional por blanqueo de capitales, estafa, delito societario y alzamiento de bienes. La que quedó peor parada fue la propia SOS, cuya situación financiera pendía de un hilo.

A pesar de que la familia Sos, con Vicente a la cabeza, quiso recuperar el negocio familiar, los 170 millones de euros que pedían por ella hizo que no fuese posible. Finalmente fue Ebro Foods quien la incorporó a su conglomerado. Gracias a esta compra, SOS ha podido volver a ser la que era y recuperar el prestigio que los hermanos Salazar le arrebataron.

Lidia Vega
Lidia Vega
Redactora de economía y empresas especializada en Distribución, Alimentación y Consumo