Siempre que se alude a la existencia de una supuesta economía de libre mercado global que ha extendido el capitalismo a prácticamente todos los confines del planeta redescubro la capacidad que han tenido los planificadores monetarios para pasar desapercibidos, a pesar de que son en la actualidad quienes escriben la partitura y nos obligan a todos los agentes a seguirla sin posibilidad de improvisación alguna.
La banca central tiene el poder y cuando sus dirigentes no son capaces de cumplir las reglas básicas de toda política monetaria (control de precios y estabilidad económica) ocurre lo que está sucediendo en estos momentos, que ante cualquier viraje en el discurso oficial los mercados reaccionan de forma excesiva. Es como si se quisiera vestir de repente con docenas de trajes a un emperador que lleva tanto tiempo desnudo que se le olvidó lo que era la ropa.
Esto es lo que está pasando en Europa tras la comparecencia de Christine Lagarde después de la última reunión del consejo de gobierno del Banco Central Europeo (BCE), una intervención que hizo que más de un analista se cayera del caballo a pesar de que esta abogada francesa no hizo nada más que constatar un hecho: que en algún momento la autoridad monetaria tendrá que retirar su programa de compra de deuda y subir tipos de interés.
Con una inflación galopante es lo menos que se puede pedir a un banco central, pero como Lagarde nos tiene acostumbrados a presentarse como una paloma, cuando deja la puerta abierta a retomar cierta ortodoxia monetaria la volatilidad se adueña de las Bolsas y la renta fija sufre un terremoto.
Y eso es lo que sucedió al final de la semana pasada aunque Lagarde fue muy tímida a la hora de indicar un cambio de rumbo del BCE. Tuvo más importancia lo que no dijo que lo que aseveró, sobre todo al no descartar subidas de tipos de interés en 2022. Deberemos esperar a las próximas reuniones del consejo de gobierno de la institución para conocer sus nuevas estimaciones de crecimiento económico e inflación, que servirán para comprobar hasta qué punto Lagarde va de farol.
No descarten ustedes que el objetivo sea detener la espiral de precios simplemente con declaraciones y sin actuaciones. No sería la primera vez que se intenta en Europa, aunque no ha funcionado nunca.
ESPAÑA E ITALIA, OTRA VEZ EN EL DISPARADERO
Bajo todo esto subyace la gran cuestión: hay muchas dudas sobre la capacidad de países tan grandes como España e Italia para hacer frente a sus compromisos financieros si el BCE endurece su política monetaria justo cuando vuelvan las reglas fiscales a la eurozona.
Y el impacto en los costes del pasivo no sólo se limita a la deuda soberana, ya que hay grandes multinacionales altamente endeudadas que han disfrutado de unos intereses muy reducidos gracias al respaldo del programa de compra del banco central. Los únicos beneficiados de este nuevo escenario serán las entidades financieras –siempre que se mantenga la morosidad bajo la alfombra– que podrían volver a recuperar la salud en la parte alta de la cuenta de resultados.
De momento, lo que tenemos es, como señalaba el pasado viernes Financial Times, un sell off (ola vendedora) en el mercado de bonos producido por la coincidencia de la intervención de Lagarde y la decisión del Banco de Inglaterra de subir los tipos de interés un cuarto de punto, realizando el segundo incremento de los últimos dos meses y anticipando más movimientos alcistas este año.
Todo mientras la Reserva Federal mantiene su idea de retomar la ortodoxia monetaria a pesar de que la gestora BlackRock piensa que el banco central de EEUU dará marcha atrás. Duelo de titanes entre Larry Fink y Jerome Powell, dos poderosos que trabajan juntos desde hace tiempo para determinar el nivel de dopaje que es más idóneo para Wall Street.
RUSIA Y CHINA: PACTO ENERGÉTICO Y GOLPE A EEUU
Y mientras Occidente intenta lavar sus pecados monetarios para evitar la condena inflacionaria en Oriente se está gestando una revolución en el mercado energético que pueda afectar al reinado del dólar y tener profundas consecuencias geopolíticas.
Con el telón de fondo ucraniano y en medio de los Juegos Olímpicos más polémicos de los últimos tiempos, Rusia y China han acordado la construcción de un gasoducto pue permitirá exportar 10 bcm adicionales a China durante los próximos 30 años. Gazprom y Novatec serán las responsables de esta infraestructura, denominada Power of Siberia 2, que unirá la península de Yamal con Pekín a través de 4.000 kilómetros: 2.600 en territorio ruso, 980 en Mongolia y 560 en China,
La mayoría de los medios de comunicación económicos españoles no ha destacado que uno de los elementos más relevantes de este nuevo acuerdo es que Vladimir Putin y Si Jin Ping han decidido que los pagos por este gas se realicen en euros, lo cual es un movimiento estratégico fundamental. En medio del debate sobre las sanciones económicas a Rusia y con una China que aspira a que su nuevo Yuan digital acabe destronando al dólar a largo plazo, poner en tela de juicio la hegemonía del billete verde en los intercambios de productos energéticos supone un claro aviso a navegantes.
EL PETRÓLEO A POR LOS 100 DÓLARES
En este contexto de crisis geopolítica y energética el mercado mira de reojo al Este de Europa mientras intenta dilucidar qué va a ocurrir con el precio del petróleo, que va camino de alcanzar los 100 dólares por barril después de que la OPEP+ (dirigida por Rusia y Araba Saudí) hayan decidido no abrir más el grifo manteniendo su calendario y haciendo caso omiso de las peticiones de los países no productores, lo cual ha caído como un jarro de agua fría en EEUU, cuyos bancos de inversión habían anticipado un aumento del bombeo por encima de los 400.000 barriles diarios prometidos.
Si esto hubiera sucedido hace unos años, la Casa Blanca podría haber lidiar la crisis petrolera animando a las compañías de fracking a elevar la producción, espoleadas por las subidas de precios, pero tras una persecución por parte de la Administración y la reducción de la capacidad de producción (en buena medida atribuible a la falta de reinversión), ahora el futuro del sector está en entredicho.
BIDEN NO PUEDE RECURRIR AL FRACKING
Tal como señala The Wall Street Journal, muchas empresas perforadoras dicen que nunca volverán a los niveles previos a la pandemia, con incrementos de producción de hasta un 30% anual, porque a los citados problemas se unen el aumento del coste de las materias primas necesarias para extraer el gas y el petróleo, del alza salarial, la falta de financiación y la enorme cantidad de pozos nuevos que requerirían para volver a su época dorada.
Ahora que Joe Biden necesita a estas compañías para limitar la subida del precio de los carburantes y reducir el impacto que esta crisis está teniendo en su valoración popular, se da cuenta del error que supuso demonizar a una industria que consiguió que EEUU se convirtiera en 2019 en exportador neto de petróleo crudo y productos derivados desde que comenzaron los registros mensuales en 1973.
Esta semana conoceremos el impacto que está teniendo la crisis energética en la inflación del país norteamericano. El próximo jueves se publica el dato de IPC de enero que servirá para conocer también el tono del discurso de los miembros de la FED hasta que se produzca la próxima reunión de su consejo de gobierno. Precisamente el viernes el Congreso de EEUU recibe su informe semestral en el que el banco central proporcionará algunas claves de la lectura que hace de la situación económico y financiera global.
También se publicará esta semana la inflación de Alemania y la evolución del PIB de Reino Unido del cuarto trimestre de 2021. Además, seguirá la oleada de resultados corporativos relativos al cierre de 2021, un año que, a tenor de como ha comenzado este, a lo mejor no fue tan malo como muchos dicen.